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Columna
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El euro protector

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Los españoles, que dentro de poco sufrirán los inconvenientes de la entrada física en el euro, ya han comprobado estos años una de sus ventajas: contar con tipos de interés bajos. El euro nos ha permitido también disfrutar del tipo de cambio competitivo que nos legaron las devaluaciones de principios de los noventa. Pero estos positivos efectos derivados del nivel de ambos tipos han ocultado otro magnífico efecto del euro, el de reducir la volatilidad de esos tipos.

La reducción de la volatilidad de los tipos de interés y de los tipos de cambio protege a los españoles de las turbulencias financieras, y les permite afrontar la toma de decisiones con mayor seguridad respecto al futuro. Los españoles que se han lanzado masivamente a suscribir créditos hipotecarios no solo lo han hecho por los bajos niveles de tipos sino también por la confianza de que la variabilidad de los tipos de interés será limitada. Los empresarios invierten en España no sólo porque el tipo de cambio sigue siendo competitivo sino porque saben que las alteraciones del tipo de cambio serán siempre menores que si hubiéramos continuado con la peseta.

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Con el euro hemos comprado un seguro contra las torpezas de los gobiernos. El euro es como un airbag que nos protege siempre, sea bueno o malo el conductor. Y al revés, si se está fuera del euro, no basta una buena política económica para evitar las turbulencias. Es interesante observar cómo Suecia, con una gestión económica mas rigurosa que la española -un superávit presupuestario del 4%, por ejemplo- ha visto devaluarse su moneda un 13% respecto del euro y se ve obligada a mantener tipos de interés superiores a los del euro. Y es que la corona existe y el Gobierno sueco tiene que preocuparse de la desconfianza de los mercados mientras que el Gobierno español no tiene problemas con la peseta porque ya no existe.

Los pesimistas ven estas ventajas del euro más como una protección a los gobiernos que a las economías. Aunque el Gobierno español nos haya llevado a un déficit corriente récord, o haya situado la inflación en el doble de la europea, ni el tipo de cambio ni el tipo de interés se han visto perturbados por esta política porque ni el tipo de interés ni el tipo de cambio dependen ya de la política económica del Gobierno español. Los pesimistas subrayan que, dentro del euro, los ciudadanos son inconscientes de los errores de sus gobiernos, que solo aparecerán en el largo plazo, quizá cuando esos gobernantes ya no estén en el gobierno. Pero ello no quita que, nos lleven dónde nos lleven, el euro nos garantiza un viaje sin turbulencias

Es cierto que el euro no nos protege de todo. El rumbo sigue siendo crucial y en este sentido la ausencia de reformas estructurales de los últimos años impedirá que España pueda aumentar en el futuro su diferencial de crecimiento con Europa. El crecimiento de hoy es el resultado de las reformas del pasado y por ello debemos exigir hasta la saciedad al Gobierno que abandone su visión de corto plazo -subir los gastos de la Seguridad Social porque hoy tiene exceso en la caja, no introducir auténtica competencia en los viejos monopolios, no haber hecho ni una sola reforma de gasto público porque el ciclo ha subido automáticamente la presión fiscal, etcétera- y oriente la política económica hacia objetivos de largo plazo.

En 1995, el PP y sus economistas criticaron el proyecto del gobierno socialista de incluir a España en el euro no sólo porque la oposición siempre se opone sino también por la influencia que en la derecha española tenía la doctrina de los conservadores británicos, contrarios al euro. Pero felizmente, después de algunos titubeos en sus primeros meses de gobierno, los populares rectificaron y se apuntaron al proyecto hasta el extremo que hoy ya no se oye en el PP ninguna voz en contra del euro. Por ello, este fin de año todos los españoles de cualquier signo político deberíamos brindar juntos por el euro, porque ha sido una de las mejores decisiones de política económica de los últimos tiempos.

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