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Columna
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El gordo

Creo que los andaluces jugamos más que nadie en el último sorteo en modalidad pesetas. Mañana, como un tópico real que se remonta a la memoria histórica de millones de españoles, escucharemos la cantarina voz de los niños. Como todos los años, también, el que firma se tomará un café con churros Aranda, los que no fallan, con la sana esperanza de que al menos me toque la pedrea.

Por mí tengo que Andalucía verá pasar la suerte y salvo migajas (ojalá me equivoque) seguiremos tal cual estábamos que con los tiempos que corren ya es para sentirse siquiera sea medianamente felices, con perdón. Vamos, para entrar en las Navidades con media sonrisa, que no es poco. Hay, sin embargo, quienes no las tendrán tan buenas. Javier Arenas, por ejemplo. Acostumbrado a cantar milonguitas, ha visto en los últimos días cómo se le desmoronaba el sombrajo andaluz, con la crispada señora Martínez y el pachanguita Antonio Sanz haciendo de palmeros (pastores) en el improvisado belén que pretendían montar en el Parque María Luisa dos arquitectos financieros de reconocido prestigio de nombre Beneroso y Benjumea, (B & B), firma comercial-financiera de futuro.

Ya puestos, creo que el Altísimo, niño pobre en estas fechas, debería apiadarse de las resecas arcas municipales gaditanas y que, si no el gordo, al menos un gorduelo viniera a alimentar la bancarrota del Ayuntamiento de Cádiz o que, en Málaga, al político más indeciso de los indecisos, o sea, Francisco de la Torre, le pueda tocar, aunque fuera de refilón, unos millones a ver si de esta manera celebra el pleno de los presupuestos con villancicos de la Rocío Jurado en el día de Nochebuena. El concejal de Hacienda del Ayuntamiento malagueño, Francisco Aguilar, o muere en el intento o se lleva por delante, a golpe de infarto, a su alcalde. Y si no lo consigue, está el interventor que tiró abajo los presupuestos, con el refocileo político de la oposición, Francisco Oliva y Rafael Rodríguez.

Creo que una vez aprobados los presupuestos, que para eso ganó la mayoría Celia Villalobos (¡Dios, le subieron las listas de espera!), tanto Aguilar, como el alcalde y Antonio Cordero, podrán comerse los mantecados con alegría.

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