Quejas que no se pueden desoír
Conviene no confundirse ni confundir: los argentinos experimentan hoy un profundo malestar. (...) Muy distintos en su trasfondo y también en su finalidad fueron, por ejemplo, el paro general de ayer y el singular cacerolazo de anteayer, dos fuertes manifestaciones de protesta ante la afligente situación que afronta la sociedad.
(...) En el caso del paro general resultó visible la abierta utilización política del malestar público, atribuible a una dirigencia sindical manejadora y sectaria. En el cacerolazo, en cambio, afloró con inequívoca espontaneidad el descontento y hasta la indignación de la población, de esa gente que no se considera atada, probablemente, a ningún liderazgo personal o institucional, pero que necesita expresar su desazón y su pesadumbre.
(...) Cacerolazos, apagones y otras maneras acústicas de exteriorizar la queja social se expandieron por diferentes zonas del país como un testimonio rotundo del desagrado de la sociedad civil ante una crisis que parece desbordar, día tras día, todos los límites imaginables. (...)
El vigor de la protesta protagonizada por un sector que naturalmente es renuente a interrumpir su labor con intemperancias debe hacer reflexionar a los responsables de la conducción del país. Nunca es sensato que los gobernantes ignoren las quejas y las manifestaciones de malestar público. Más allá de toda otra consideración, habrá que convenir en que este cacerolazo (...) debe ser interpretado como un llamado de atención acerca del estado de ánimo que prevalece en porciones cada vez más grandes de la comunidad nacional.
Buenos Aires, 14 de diciembre
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