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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oscuros presagios

Delhi asegura tener pruebas de que integristas islámicos con base en Pakistán, que pretenden la secesión de Cachemira, perpetraron el ataque suicida contra el Parlamento indio, que ha causado 12 muertos, incluidos cinco terroristas. Y exige a Islamabad, que se ha apresurado a condenar lo sucedido, la disolución de dos de esos grupos armados y la detención de sus responsables. Se trata de un asalto sin precedentes contra la sede de la mayor democracia del planeta, cuando los diputados estaban en sesión y se encontraban en el complejo varios dirigentes del país. Cabe pensar que los atacantes habían previsto consecuencias mucho más espectaculares de su acción.

India acusa a Pakistán de fomentar la violencia integrista en Cachemira -el Estado de mayoría musulmana por cuyo control han hecho tres guerras, además de uno de los puntos más explosivos del mapamundi- y ha amenazado repetidamente con combatirla donde se origina, tras la línea de separación en los Himalayas, donde ambos ejércitos están frente a frente. Dada la incendiaria situación en Afganistán y Oriente Próximo y la hipersensibilidad mundial ante el terrorismo, el asalto al Parlamento de Delhi aparece cargado de oscuros presagios. El Gobierno indio ha endurecido su actitud hacia el fundamentalismo islamista tras el 11 de septiembre, y el contundente mensaje a la nación del primer ministro Vajpayee tras la matanza del jueves no parece dejar lugar a dudas sobre su determinación de presentar batalla. Llueve sobre mojado, porque un atentado de características semejantes en octubre pasado contra el legislativo de la parte india de Cachemira dejó 38 muertos.

Tanto India como Pakistán poseen el arma atómica, lo que hace más grave una situación que ya explotan los halcones de Delhi y ante la cual las cautelas son pocas. Una eventual represalia en territorio paquistaní no podría dejar mano sobre mano al general Musharraf, en situación delicada por su apoyo decidido a la causa estadounidense en Afganistán. A Pakistán debe exigírsele el fin de su histórica complacencia con el islamismo fanático, pero India ha de resistir cualquier tentación justiciera a la israelí. El escenario internacional no puede permitirse un nuevo foco bélico -con arma nuclear de por medio- en el sur de Asia.

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