La arquitectura del sueño
El dibujante de nubes no es un clásico norteamericano, pero sí es una clásica historia norteamericana. Una historia que nunca envejece y que cada vez parece más fuerte: la saga de un extranjero que viaja a la Tierra Prometida para hacer realidad un sueño singular y propio que no demora en fundirse con el plural Gran Sueño Americano de todos.
Así, el joven y desfigurado arquitecto finlandés Esko Vaanamen llega en 1921 a un Nueva York hambriento de los rascacielos que él siempre soñó construir y, de paso, alcanzar de una buena vez por todas a la siempre escurridiza y bella y atormentada y atormentadora aristócrata rusa Katherina Malisheva. Hembra fatal a quien Esko Vaanamen ama desde que tiene memoria con las mxás grandes y dickensianas de las esperanzas y a la que persigue desde que se juró entregar su vida a la creación de esas torres prodigiosas en las que, al apoyar su oreja contra la piedra y el acero, cree sentir 'un murmullo, un latido, como si un dragón durmiera en su interior'.
EL DIBUJANTE DE NUBES
Richard Rayner Traducción de Manu Berástegui Alfaguara. Madrid, 2001 561 páginas. 3.250 pesetas
Enseguida se descubre que a
Esko Vaanamen y a El dibujante de nubes nada le cuesta instalarse en esa tradición -la novela del entrepeneur iluminado, del épico self-made man, del Homo USA- que acaso arranca con Horatio Alger y Henry James, hace un alto en Theodore Dreiser, se vuelve experimental y multimedia en John Dos Passos y alcanza su momento más dorado en El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald. El libro de Richard Rayner -al que también se le pueden encontrar ciertos reflejos de ese novelón místico y arquitectónico El manantial, de Ayn Rand, y de su protagonista semidiós a la búsqueda del edificio perfecto- forma parte de una corriente narrativa que en los últimos tiempos ha dado buenos libros como Memorias de una caja a prueba de hormigas, de Mark Helprin, o las ganadoras de sendos Pulitzer Martin Dressler, de Steven Millhauser, y The Amazing Adventures of Kavalier and Clay, de Michael Chabon (próxima a ser editada por Mondadori). Todas ellas -más allá de que sus héroes sean un multimillonario ladrón, un creador de hoteles mecánicos o una dupla de artistas del cómic- cuentan la misma trama: no hay nadie más poderoso y débil que un hombre que sueña despierto, y ese soñador fáustico siempre es acechado por una figura mefistofélica. Rol que Rayner otorga al gánster/mecenas de trajes incandescentes Paul Mantilini y al mecanismo a la vez celestial e infernal de un ascensor como transparente metáfora: todo lo que sube, baja, y Esko Vaanamen no demora en descubrir que el despertar siempre es consecuencia de una caída desde el piso más alto. Al igual que el sueño romántico de Jay Gatsby, el de Esko Vaanamen concluye con la pesadilla de varios disparos.
Rayner es también autor de un reciente buen thriller à la Patricia Highsmith, Murder Book y de tres curiosas novelas/memorias que lo tienen como antihéroe de un experimento que podría denominarse faction o autobiografía ficcionalizada. La primera de ellas -su debut de 1988, En Los Ángeles sin un plano, seguida por The Elephant y The Blue Suit- se tradujo en 1990 en Anagrama y fue fácil confundirla entonces con otros libros de ese yuppy-boom que incluyó a Bret Easton Ellis, Tama Janowitz y Jay McInerney. En realidad Rayner -inglés nacido en 1955, hace tiempo afincado en Estados Unidos y casado con una finlandesa- estaba, está y quisiera estar todavía más cerca de alguien como Evelyn Waugh y sobre todo, aquí, de E. L. Doctorow y de su magistral y jamás superada Ragtime. El influjo de Doctorow en Rayner se hace evidente a la hora de la historia pública -los días de la revolución bolchevique, las revolucionarias noches del jazz- entrometiéndose en las vidas privadas, o viceversa. (Una extensa bibliografía al final de la edición original, desaparecida en la versión española, nos revela las fuentes de las que fluye la vida y obra de Esko Vaanamen).
El dibujante de nubes -su tí
tulo surge de la traducción literal de pilvenpiirtaja, palabra finlandesa para rascacielos- es, sí, la novela más ambiciosa de Rayner. Ambición que no se libra de ciertos dictados y clichés del best seller de calidad, pero best seller al fin (una prosa funcional pero que podría estar más trabajada, unas últimas páginas afeadas por demasiadas sorpresas juntas, algunas obvias y otras no) mientras, quién sabe, aguarda mejorar y transformarse en esa gran película que viene debiendo desde hace demasiados años Francis Coppola.
Postada y malas noticias: vivimos en un mundo de arquitectura imperfecta y leo que el mediocre constructor de shoppings de celuloide Alan Parker acaba de hacerse con los planos para que pronto El dibujante de nubes se eleve y, seguro, sea demolida en la gran pantalla. Una vez más, el libro será mejor, mucho mejor, que la película.
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