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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Viaje a Marruecos

La bronca que está montando el Gobierno, con declaraciones en cascada de Aznar, Piqué, Arenas y Grandes, por el próximo viaje a Marruecos de Rodríguez Zapatero no es sólo políticamente indecente, sino que daña los intereses de España. Una cosa es que al Gobierno le corresponda constitucionalmente dirigir la política exterior y otra que pretenda monopolizar los contactos con el exterior de un país complejo y, por fortuna, abierto al mundo. Dado el conflicto diplomático existente con Marruecos, cuyo Gobierno está encabezado por un socialista, parecería a todas luces mucho más beneficioso para España aprovechar el viaje del líder de la oposición para tratar de rebajar tensiones. Lejos de eso, Aznar y su Gobierno proyectan hacia el exterior los desencuentros crecientes con la oposición en cuestiones de política interna.

En 1994, el Gobierno socialista se volcó en apoyo de un viaje a Marruecos del jefe de la oposición, entonces José María Aznar. En esta ocasión, el líder socialista se ha encontrado con toda suerte de obstáculos y descalificaciones, que han llegado a la peregrina acusación de 'deslealtad', un término que se ha vuelto peligrosamente frecuente ante cualquier discrepancia política. Tras seis años en el poder, a Aznar y al PP no se les ha quitado el tic de hacer oposición a la oposición. La Moncloa y Génova han tocado a rebato en una peligrosa cruzada contra Zapatero, cuando no para buscar en Marruecos un enemigo exterior. Rabat ha hecho poco por facilitar las relaciones con Madrid, pero Aznar no se ha esforzado más. En vez de apoyar los tímidos intentos de apertura de Mohamed VI, que chocan con todo tipo de resistencias, prefiere no hacer nada. O viaja a Túnez para apoyar abiertamente lo que no cabe sino calificar de dictadura.

Zapatero suspendió un anterior viaje tras la llamada a consultas del embajador marroquí en Madrid. Éste no ha regresado, y se podría decir que sigue en pie la misma objeción. Pero entretanto, Aznar, que lleva este asunto en propia mano, no se ha movido. Zapatero tiene razones suficientes para viajar a Rabat, sin pretensiones de mediador, simplemente como un dirigente político español que comparte con el actual primer ministro, Abderramán Yusufi, la adscripción a la Internacional Socialista. Lo que no puede ser objeto de manipulación por el Gobierno es que el líder de la oposición viaje a un país donde hay un embajador de España. Zapatero arriesga con este viaje. Debe traer de vuelta, al menos, explicaciones sobre las razones profundas del deterioro de las relaciones entre ambos Ejecutivos, pues hay demasiados puntos oscuros. Aclararlos es contribuir a resolverlos.

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