Alcalde eterno
Después de Manzano, ¿qué? Se habla de él, casi nunca para bien, en los taxis, en los bares, en las plazas, en los centros comerciales, en los barrios de chabolas y en los salones de alto postín. Pero nadie imagina su ausencia, su bastón de mando en otras manos, su capa de castizo en otros hombros. Todos los denuestos caen sobre su nombre, todos los desvaríos de la ciudad caótica se le achacan, todos los delitos de mal gusto se le atribuyen, pero nadie se hace a la idea de una Navidad madrileña sin el ridículo y desafinado villancico de don Josemaría.
No hace falta ser un rojo para convenir que este alcalde es una maldición, y sin embargo nadie espera el exorcismo que nos recupere de esta posesión satánica encarnada en figura de santurrón. Después de cuatro años de recuentos de ineficacias e incómodos desórdenes llegan las elecciones municipales y se convierten en una ofrenda: muchos depositan su voto a favor de que siga, y otros, más que por alguien votan en su contra, pero con la certidumbre de que va a seguir. Nada importa que crezca el desbarajuste ni que aplique el dinero de nuestros tributos a prodigar limosnas interesadas o a hacerse acompañar en los viajes por su amante esposa. Nos hemos acostumbrado a él y conforme pasa el tiempo nos parece más consustancial a la ciudad.
Si se empeña en grandes proyectos deportivos para el 2012 es porque no es como Ana Botella, que sólo hace proyectos con un año de antelación. No sé si piensa morir algún día, pero si así fuera seguro que ha encargado a la concejalía de festejos su sepelio desde la Casa de la Villa. Y no le faltan motivos: también los ciudadanos, los que le votan y los que no, ven en torno a su cara beatífica una aureola de inmortalidad. Y no porque lea la carta del heróico ciudadano que persigue terroristas como si de una epístola de san Pablo a los corintios se tratara, o porque su demostrada piedad nos haga suponer un pacto con Dios mismo, sino que Álvarez es ya como un amodorrado san Isidro con vara de alcalde que sueña con el cielo mientras los ángeles aran con ineficacia celestial esta su finca.
Los políticos de la oposición, naturalmente, no pueden ser otra cosa que intérpretes de la ciudadanía, y en consecuencia adoptan el mismo juego de aparentar que una ciudad del siglo XXI es imposible con semejante anacronismo de jefe del Consistorio, pero hacen lo posible, mientras tanto, para que Madrid siga teniendo este alcalde. Como si se tomaran en serio buscarle un sustituto, lo mismo el PP que los otros partidos bucean en las encuestas o en los estudios de mercado que perfilan la figura de alcalde que más votarían los madrileños, y mucho me temo que lo que sale se parezca a Álvarez del Manzano, porque ni el PP lo cambia (no encontraría otro remedo), ni la oposición quiere ya a un ilustrado, tipo Tierno Galván, al que toman por un ejemplo casual, inesperado e irrepetible.
Es posible que en una mujer tuviera nuestro insustituible una posible sustitución, sobre todo por el número de votos femeninos, pero el voto femenino tampoco se le resiste a un alcalde tan cortés, galante y, sobre todo, ay, delicado. Es verdad que a las parejas de hecho no les entusiasma tan entregado esposo cristiano, pero los partidos consultan la lista de las parejas de hecho y no les salen las cuentas. Además, ¿qué sería de la progresía madrileña sin este relicario de viejos valores para fomentar sus debates? Así, pues, no es que Madrid carezca ahora de movida, es que la movida es Álvarez del Manzano: una ciudad excéntrica con un dinosaurio al mando.
Desearía para España lo que para Madrid: una misma cabeza y un mismo desgobierno asumidos con paciencia durante muchos años. Y a pesar de todo, no puede volver a ser el retrato de un candidato a la alcaldía, pero sí su caricatura. Así que el otro día, cuando un joven taxista se empeñaba en que esto no puede seguir así y me preguntaba si sabía yo cuáles van a ser las alternativas de izquierda a esta cruz, mientras me encogía de hombros, consciente de nuestro masoquismo ciudadano, no supe si contestarle que lo mismo PSOE e IU también andan buscando una caricatura para sus carteles electorales. El alcalde o la alcaldesa no pueden dejar de ser motivo de diversión y Álvarez del Manzano es una alegría verdadera para el ciudadano perplejo.
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