La economía internacional se reorganiza
Dos meses después de los atentados terroristas del 11 de septiembre se están resolviendo en parte algunas incertidumbres económicas. Ahora debemos dar por hecho que Estados Unidos se encuentra en una recesión económica, que bien podría haber comenzado en marzo de 2001, exactamente un año después de que explotara la burbuja de nuestro mercado de valores, Wall Street.
Los fanáticos que tenían a Estados Unidos en su punto de mira han hecho daño sobre todo a las regiones más pobres del mundo. Argentina se ha convertido en un caso perdido. Japón, Corea y otras naciones del Pacífico experimentarán un declive acusado de la tasa de crecimiento de su producto interior bruto (PIB). La ralentización mundial tenderá a reducir el uso de energía y los ingresos por productos de los países de Oriente Próximo que más dependen de sus ingresos petrolíferos. La economía de la Suráfrica posterior al apartheid y las economías ex soviéticas carecen de la fortaleza que tienen las sociedades ricas de Europa occidental y Norteamérica para quitarse de encima la carga impuesta por el nuevo terrorismo y sus nuevos peligros futuros.
Los ciudadanos de Asia, Europa, Latinoamérica, Oriente Próximo y Norteamérica no tienen motivos para temer la llegada de una depresión
Creo que los expertos militares de Washington se han sorprendido por la velocidad con que los talibanes de Afganistán han perdido sus bases ofensivas y defensivas. De hecho, la diplomacia internacional habría sido menos compleja si la caída de Kabul hubiera llegado más tarde, en lugar de obtenerse tan pronto. La firmeza de Pakistán como aliado de Naciones Unidas y de la coalición mundial contra el terrorismo encabezada por estadounidenses y británicos se vería bajo una fuerte presión si la minoritaria Alianza del Norte ganara prematuramente un dominio insostenible sobre la mayoría pastún no talibán del sur de Afganistán.
El mayor triunfo de Osama Bin Laden no serían las vidas que contribuyó a segar, ni los edificios que ayudó a destruir, sino el lograr provocar un conflicto regional entre las poblaciones islámicas de Oriente Próximo y Asia Central contra los miles de millones de cristianos, judíos o confucianos del resto del mundo. Eso sería una tragedia y un mal presagio para el nuevo milenio. Sería una situación en la que todos salen perdiendo y cuyas víctimas más trágicas serían los fieles seguidores del Corán del profeta Mahoma.
Políticas de crédito
Los Gobiernos de Estados Unidos, Europa y Asia están respondiendo al peligro de la recesión fundamentalmente a través de políticas de crédito de los bancos centrales.
El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, ha iniciado el camino con diez importantísimos recortes en los tipos de interés durante este año natural. Ésa es la mejor medicina para el actual enfriamiento de la economía mundial. Dos aplausos y medio: si la ralentización mundial se agrava, habrá que financiar el gasto mediante déficit fiscal para reforzar las políticas que facilitan el crédito.
El Banco de Inglaterra del primer ministro Tony Blair ha apoyado el esfuerzo de la Reserva Federal, en provecho sobre todo de Gran Bretaña, frente a Francia, Alemania e Italia, en la Unión Monetaria Europea.
Finalmente, el activismo de Greenspan ha avergonzado al nuevo Banco Central Europeo de Francfort, que ha ejecutado, con retraso, los primeros recortes simbólicos en su tipo de interés. La llegada de un equipo del Fondo Monetario Internacional (FMI) para revisar la débil política macroeconómica de Japón, a pesar de la comprensible inquietud de Japón, nos hace confiar en que fomentará unos programas fiscales y del Banco de Japón más coherentes y fuertes para hacer frente a la paralizante insolvencia y la necesidad de estímulo del lado de la demanda.
Diez semanas después del 11 de septiembre tengo que informar de algunos desarrollos económicos positivos. Puede que la locomotora económica de Estados Unidos no dé marcha atrás con tanta fuerza durante la primera mitad de 2002. Los automóviles se han estado vendiendo a un ritmo que sorprende a los expertos, debido a la financiación sin intereses y los descuentos. Las ventas inmobiliarias también son inesperadamente fuertes.
¿A qué se deben estas dos sorpresas ante la perspectiva de catastróficos despidos laborales y la diezma de los beneficios de la llamada nueva economía?
Por un lado, los precios de las acciones de Wall Street, en Estados Unidos, se han recuperado de su caída tras el 11 de septiembre, y ahora son más altos que inmediatamente antes de los ataques terroristas. Según los sondeos, también hay un cierto repunte en la confianza de los consumidores. Nadie debería sacar demasiadas conclusiones de este tipo de subidas y bajadas a corto plazo en la temperatura económica. Sin embargo, la gente de la calle se anima al ver que los Gobiernos del año 2001 se comportan de forma distinta de como solían hacerlo en 1929 y en periodos anteriores cuando se entraba en una recesión.
Éste es el rasgo más optimista de las perspectivas futuras para nuestras economías mixtas. Significa que los ciudadanos de todo el mundo -Asia, Europa, Latinoamérica, Oriente Próximo y Norteamérica- no tiene motivos racionales para temer la llegada de una depresión mundial. Tampoco existe una grave amenaza de inflación mundial en ciernes.
Y sí, quedan todavía cosas de las que preocuparse. Wall Street y los mercados relacionados en el resto del mundo corren muchos riesgos de volver a las erosiones posteriores a la burbuja. Si eso ocurriera, los informes sobre las ventas de coches y la construcción de casas se volverán muy desagradables.
Basarse exclusivamente en el mecanismo del mercado y el interés privado no es la mejor forma de hacer frente a las inevitables conmociones dinámicas e impredecibles que afectarán a las sociedades de todo el mundo. En el otro extremo, la experiencia histórica desacredita las pretensiones de las burocracias estalinistas y maoístas de organizar la forma en que 6.000 millones de personas pueden prosperar en nuestra limitada Tierra.
Las economías mixtas organizadas democráticamente pueden esperar que encontrarán un pragmático término medio entre la toma de decisión política y la búsqueda individual del bienestar. Ése es el legado de la historia económica del siglo XX.
© 2001, Los Angeles Times Syndicate International, división de Tribune Media Services.
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