Zoo de Córdoba
Dejando a un lado el debate sobre los zoológicos, me siento obligada a contar el desagradable impacto que me causó visitar el zoológico de Córdoba. ¡Qué horror! En jaulas que eran cajas de cerillos, me encontré unos animales moribundos a los que había que tener aplomo para mirar. Una semana después de mi desafortunada visita, el Telediario criticaba un zoológico afgano por la escasez de especies que tenían y las malas condiciones en que se encontraban éstas. Quizá, a ese zoo le faltaba la diversidad de fantasmas de la que puede presumir Córdoba: esa leona que se tambalea, ese león alopécico, ese mandril céreo, catatónico...
No estoy de acuerdo con ningún tipo de zoológico, pero es verdad que con siete años daba mil recreos por ir a uno; me pregunto qué concepto me hubiese llevado de la fauna si hubiese hecho esa visita con siete años en lugar de con 23.
En fin, que el que pueda, tenga aplomo y quiera opinar sobre esto, se acerque a Córdoba; una ciudad, por lo demás, encantadora.
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