Una fiesta de la clase A
El jueves se hacía una fiesta en casa de Milena, la hija de la editora Esther Tusquets. Era en honor a Umberto Eco, que ha publicado Baudolino en la editorial Lumen. Era la primera vez que nos invitaban a una fiesta de la clase A, y la verdad es que si no tienes experiencia no es fácil distinguirla de una fiesta okupa. Se parecen en muchas cosas. Tanto en un caso como en el otro, los invitados no conocen al dueño. En el caso okupa, porque el dueño no existe, y en el otro caso, porque los invitados vienen de rebote. Tanto en un caso como en el otro la fiesta se da en una casa muy grande situada en un buen barrio. Tanto en un caso como en el otro, la fiesta se da en jueves, porque al día siguiente los invitados y los anfitriones trabajan (en fin... sí), pero en ocupaciones liberales te permiten hacerte tu propio horario (ir a la vendimia, escribir artículos...).
Fiesta en honor de Umberto Eco. Fiesta de clase A, y si no tienes experiencia, no es fácil distinguirla de una fiesta 'okupa'
De manera que las únicas diferencias entre las dos fiestas son que en el caso de la fiesta okupa los invitados traen comida, y en el caso de la fiesta de la clase A, jamás viene la policía.
Al llegar no se veía nada. Había tanto humo que aquello parecía el programa Aplauso. No confiábamos en que estuviera Umberto Eco, a pesar de que la fiesta era en su honor. Todo el mundo sabe que continuamente se hacen fiestas para Umberto Eco sin Umberto Eco. Nosotras mismas hicimos una, ayer. Es muy habitual. Cuando Madonna vino a actuar al Palau Sant Jordi de Barcelona se hicieron fiestas en diferentes discotecas de ambiente de la ciudad, en honor a ella, pero sin ella. ¿Como se nota que estás en una fiesta sin o en una fiesta con? Muy fácil. En las fiestas sin, normalmente los invitados se han disfrazado de Madonna (si la fiesta es sin Madonna) o de Mister Spock (si la fiesta es en honor a Star Treck). En la fiesta del jueves nadie iba disfrazado. Tampoco llevaba nadie pendientes en forma de péndulo de Foucault o camisetas con el texto: 'El neoplatonismo medieval no admite aquello que el neoplatonismo griego admitía'. O sea que Umberto estaba allí.
Luego, cuando los ojos se nos acostumbraron al humo, vimos que la mayoría de las chicas no vestían faldas y la explicación es tan VIP como sencilla: en estas casas hay escaleras (pero no de madera, sino de hierro y cristal) y hay claraboyas que puedes pisar y se ven desde el piso de abajo, es decir, que todo es una trampa para que se te vea la ropa interior. Esto es otra semejanza con las fiestas okupas, en las que siempre les acababas viendo los calzoncillos a todos. La mejor vestida fue la escritora Cristina Fernández-Cubas, con una blusa rollo Arlequín de Picasso, pero en la etapa ya no azul, sino ochenta. Todos los demás invitados la usaban de punto de referencia. 'Oye, ¿dónde están las croquetas?', preguntaba alguien. 'Tira recto hasta Cristina y luego tuerces a la derecha'. A nosotras nos cae muy bien, porque le gustan los toros. No es que nos gusten, nosotras somos de fútbol, pero sufrimos igual de poco cuando matan toros que cuando parten langostas por la mitad en el programa Cuines.
Pero para que vean que no sólo bebimos, repasemos a los invitados más ilustres. Estaban Gonzalo Herralde y su mujer, Luisa, que todo el mundo sospecha que en las fiestas cobra como 'figurante con frase', porque siempre se va la última y es la que da más besos. Escritores como Carme Riera, Xavier Moret y Pau Vidal; periodistas como Margarita Rivière (que nos acusó de no haber leído a Umberto Eco) y María Luisa Blanco, la directora de Babelia (que nos felicitó por haber leído a Umberto Eco), y unos cuantos editores, pero no todos. También hubo agentes literarias (son todas mujeres) y el presentador del programa de libros de BTV, Emilio Manzano. Por cierto que el otro día se marcó una entrevista buenísima con Fernando Sánchez-Dragó. Sutilmente hizo que se pasara el rato disculpándose por haber entrevistado a José María Aznar. Eso nos gustó mucho.
Como la fiesta era en honor a Umberto Eco, gran parte de los invitados, tan consecuentes, no habían leído Baudolino. En este sentido había dos corrientes de pensamiento: 1. Los que sólo leen los artículos del señor Eco pero no sus novelas, porque no está de moda decir que te gustan las novelas de Eco (igual que no está de moda practicar sexo). 2. Los que tienen la ilusión de pensar que sólo ellos han leído a Umberto Eco, a pesar de que Umberto Eco es un best-seller.
Todos los de la fiesta eso sí, querían hablar con él. El pobre no estuvo solo ni un momento, porque tiene la desgracia de ser italiano, y los catalanes, como sabrán, creemos que hablamos muy bien el italiano. Pero la posesión de Umberto fue muy desigual. La anfitriona tuvo un 30% y Gonzalo Herralde un 70%. Nosotras cero, como habrán calculado. No hace falta decir que los únicos que comían eran los periodistas y Umberto Eco. Por cierto que vuelve el salmón.
Carpe diem. Disfruta de la fiesta de la clase A en la que hoy estás invitado, porque mañana puede que ya no seas editor, o puede que seas editor de un grupo rival, o puede que vendas tu editorial al grupo rival, o puede que los de la clase A dejen de leer el periódico para el que trabajas. Por cierto. Hay un método bueno para distinguir a Umberto Eco de los demás invitados. Es el señor que primero abandona la fiesta.
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