Gibraltar
Una vez, de joven, iba yo en una manifestación contra la dictadura que bajaba por Princesa hacia la plaza de España cuando nos cruzamos con otra que venía en sentido contrario. Nos detuvimos a echar unos cigarros, y los que subían nos dijeron a los que bajábamos que estaban protestando por el asunto de Gibraltar. Nos pareció absurdo que se manifestaran por Gibraltar, con la que estaba cayendo, aunque nos enseñaron una octavilla del Partido Comunista, en la que se exhortaba a la juventud obrera y universitaria a salir a la calle para reivindicar la españolidad del Peñón (perdón por la cacofonía).
Tras los cigarros, cada grupo siguió su camino, pero yo noté que una burbuja de incredulidad había estallado dentro de mi ingenua cabeza. Más tarde nos enteraríamos de que aquellas octavillas firmadas por el PC habían sido impresas y distribuidas en realidad por el Ministerio del Interior para que acudiera menos gente a la manifestación contra la dictadura.
A partir de entonces, siempre que hablan de Gibraltar me parece que quieren desviar la atención de los problemas verdaderamente importantes. O sea, que me preocupa más el duro de la gasolina que la soberanía de la roca. También es coincidencia, no me digan que no, que el asunto acapare tanta atención informativa en un momento en el que toda la comunidad universitaria está en pie de guerra contra una ley en la que no creen ni quienes tienen que aplicarla. Eso por no hablar de las actuaciones de la estrella-revelación del PP, Martínez Pujalte, que cada vez que sale dando gritos por la tele consigue hacernos sospechar que en lo de Gescartera está implicado la mitad del Gobierno.
Y en lo que concierne a las cuestiones internacionales, ¿no debería centrar Afganistán toda nuestra atención política? ¿Cómo es posible que Straw y Piqué se reúnan para discutir sobre Gibraltar cuando la Unión Europea no sabe aún qué hace en esa guerra? Nos pasamos la vida hablando de prioridades y luego ponemos a los ministros de Asuntos Exteriores a resolver tareas administrativas. Yo no soy un analista político, pero sí sé que cuando alguien grita Gibraltar español, hay que echarse la mano a la cartera.
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