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Columna
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Indultos

Es época de bonitos gestos vacíos. Mientras Laura Bush se solidariza con la causa de la mujer afgana (cielos: espero que no llegue al extremo de enviarles a su cirujano plástico), George Jr. celebra el Ramadán y, además, indulta a un par de pavos con motivo del Día de Acción de Gracias. En las fotos sólo vimos a una de las aves, la llamada Liberty (gran nombre: me recuerda una lámpara que tuve), porque al otro pavo, Ariel Sharon, se le viene indultando desde siempre y ya no es noticia. Y eso que parece lo bastante cebado y a punto para el relleno.

Una vez más, el último discurso de Colin Powell sobre la visión que Washington tiene del conflicto de Oriente Próximo fue decepcionante, con las habituales recriminaciones tibias a Israel por su insaciable (el adjetivo, comprenderán, es mío) política de asentamientos coloniales y el consabido llamamiento enérgico a los palestinos para que aguanten lo que les echen.

Un día después de la alocución powelliana, Sharon envió a sus bulldozers a demoler 18 viviendas palestinas del campo de refugiados de Gaza llamado Rumeida, con la ayuda del Ejército, que se dedicó a persuadir a los inquilinos mediante la convincente actividad de las ametralladoras. Seis personas heridas, dieciocho familias sin techo.

Simultáneamente, una brigada de la construcción levantó una extensión ilegal en un asentamiento judío de Hebrón. Con un par de narices. Contra las resoluciones de la ONU y los amables consejos de Powell. Ariel Sharon podrá ser un presunto criminal (estos días se le intenta juzgar en Bruselas por la matanza de Sabra y Chatila), pero no es tonto. La condición que pone para acatar el informe Mitchell, una semana de calma palestina total, es de imposible cumplimiento, salvo que les eche valium en el agua (lo cual podría hacer, porque Israel controla el agua: ahora te la dejo, ahora te la quito).

Puede que la Casa Blanca no sepa qué hacer, pero Sharon, que es un romántico, sí. El pasado día 7 anunció que tiene un plan para cumplir su sueño de acoger a un millón más de judíos. Quizá lo logre. Pero lo suyo no es un sueño. Es una pesadilla.

Con el permiso de la difunta Linda McCartney, creo que sería una gran idea comerse el puñetero pavo.

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