Nuevo credo en la IDC
La elección de Aznar como presidente de la Internacional Demócrata de Centro (IDC) es un reflejo del cambio experimentado por la antigua Internacional Demócrata Cristiana, que conserva las tres letras de sus siglas, aunque ha cambiado muchos de sus signos ideológicos fundacionales. Los democristianos fueron, después de la Segunda Guerra Mundial, una de las dos grandes corrientes políticas hegemónicas en Europa, cuyo proceso de integración impulsaron codo a codo con los socialdemócratas. Autodefinidos como una formación de centro, entre sus raíces no predominaba la doctrina neoliberal conservadora que se ha impuesto en los últimos tiempos.
Aznar, autoidentificado durante años con el espíritu thatcheriano, se dejó querer por los democristianos de su partido y les hizo caso en su deseo de integrarse en el Partido Popular Europeo (PPE), que era el nombre adoptado por los democristianos en el Parlamento de Estrasburgo. A su vez, la presencia del partido de Aznar en ese grupo ha acelerado la evolución del mismo hacia un conservadurismo ecléctico que, por ejemplo, ha aceptado en su seno a una formación tan singular como la Forza Italia de Berlusconi.
La IDC se presenta como la unión del centro-derecha del mundo. Aunque sigan siendo dominantes en la UE, los socialdemócratas están perdiendo terreno. La IDC disputa con ventaja a la Internacional Socialista el liderazgo político a escala mundial, en un momento en que la derecha ha vuelto a la presidencia de EE UU con George Bush. El presidente mexicano, Vicente Fox, es a su vez el ejemplo de una transición democrática liderada por un partido de centro-derecha, mientras que el PRI se va definiendo hacia la socialdemocracia. La IDC tiene mucha labor internacional por delante, especialmente en algunos países de América Latina (Venezuela y Perú, entre otros), donde es preciso reconstruir desde cero su sistema de partidos políticos tras la destrucción de las viejas siglas por fenómenos de corrupción generalizada.
Respecto a José María Aznar, que ha reiterado su compromiso de no presentarse nuevamente como candidato de su partido a las elecciones generales de 2004 e incluso de renunciar a la dirección del partido si su sucesor llega a La Moncloa, esta elección puede ser un indicio de su intención de buscar una salida en la escena internacional.
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