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UN AÑO SIN ERNEST LLUCH
Columna
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Memoria viva

Antón Costas

Hoy hace un año que asesinaron a Ernest Lluch. El paso del tiempo no ha diluido su memoria, sino que ha agigantado su figura. Y no porque su asesinato haya hecho de él un mártir de la libertad de pensamiento y de la palabra, así como un referente moral para los que buscan en el diálogo entre las fuerzas políticas democráticas la salida al túnel vasco, sino porque a lo largo de este año su pensamiento político y económico ha ido emergiendo a través de libros, seminarios, artículos y conferencias. Se trata en todos los casos de un análisis del pensamiento de Lluch no como un ejercicio de exégesis, sino como una manera de iluminar algunos de los problemas actuales que tiene la sociedad. Por eso, la memoria que tenemos de Ernest es, cada vez más, memoria viva e iluminadora, tanto para los que buscan caminos de salida para la encrucijada vasca y, en términos más generales, para el encaje cómodo de las Españas dentro de España, como para los que buscan orientación a sus intentos de renovación del pensamiento político-económico de la izquierda.

Existen dos pequeños documentos, escritos poco antes de su muerte, que señalan la dirección hacia la que apuntaba el pensamiento del Ernest Lluch maduro. El primero es un pequeño texto manuscrito -con su característica letra clara, pulcra y sin correcciones- firmado en enero de 1999 y que se conserva en el Archivo Histórico del Socialismo Catalán de la Fundación Rafael Campalans. Comienza afirmando que socialismo es llevar la máxima libertad, la máxima igualdad y la máxima fraternidad posibles a las personas que viven en sociedad. Pero, señala a continuación, ese objetivo no se consigue sólo mediante políticas públicas, sino cambiando también la moral y la ética de las personas. El acento en la importancia de la responsabilidad individual (la 'agencia individual' de la que habla Amartya Sen, autor por él muy querido) para mejorar las oportunidades de la gente y garantizar que las causas de la desigualdad desaparezcan -para que, con sus propias palabras, no exista 'miedo a la enfermedad sin asistencia, a la vejez sin recursos, al no poder estudiar si se tienen condiciones'- es una de las ideas-fuerza del pensamiento político del último Lluch. A esto se añade la defensa de la libertad como 'un fin en sí misma'.

El segundo texto en el que vuelve a la defensa de un 'socialismo liberal' es un manuscrito inédito titulado La tercera vía económica en el que Ernest estaba trabajando. En él ve con buenos ojos los esfuerzos de Tony Blair y de otros partidos socialistas europeos y latinoamericanos, y aun del mismo partido demócrata norteamericano, por renovar el pensamiento de la izquierda dando un mayor peso a la libertad individual, tanto en los objetivos como en el diseño de las políticas económicas y sociales. Señala que al socialismo ibérico no debería sorprenderle esta oleada de renovación ideológica, dado que conecta tanto con las mejores tradiciones del pensamiento socialista español y europeo como con las representadas por Indalecio Prieto ('soy socialista a fuer de liberal'), por el Socialismo Liberale de Carlo Roselli y por la tradición socialista escandinava. Se sentía también cómodo en la herencia keynesiana expresada en el lema 'libertad política, eficiencia económica y justicia social', o en la definición de John M. Keynes como un lib-lab (liberal y laborista a un tiempo).

Me atrevo a decir que el pensamiento político de Ernest va orientado a mejorar las oportunidades que tienen las personas para lograr el tipo de vida que tienen motivos para desear, independientemente del lugar en que vivan. Esa es la guía con la que hay que evaluar las políticas, ya sean estatales o autonómicas.

Como explica en el libro que estos días publica Marçal Sintes, titulado Què pensa Ernest Lluch, para él la manera de hacer catalanismo es elaborar leyes catalanas más justas y que den más oportunidades a todos: '...sinceramente, creo que si Cataluña no es dirigida en un sentido progresista, la tarea de integración dejará de producirse'. Pienso que este mensaje progresista -a fuer de socialista y liberal, diría yo- es el contenido más estimable de todo su pensamiento y su obra.

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