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Reportaje:Raíces

Un formidable fichero de palabras

El 'Tesoro Léxico de las Hablas Andaluzas', de Alvar Ezquerra, muestra la riqueza lingüística de la comunidad

Uno de los acontecimientos lingüísticos del andaluz más importante de los últimos años es el Tesoro Léxico de las Hablas Andaluzas (Arco/libros, Madrid, 2000), de Manuel Alvar Ezquerra, catedrático de la Universidad Complutense y digno continuador de la obra ingente de su padre, Manuel Alvar. A lo largo de 829 páginas, Alvar Ezquerra ofrece lo que suele llamarse un diccionario contrastivo, esto es, de voces y acepciones que no pertenecen a la lengua general. El que, además, no acostumbren aparecer en los diccionarios al uso, ya es una consecuencia más o menos discutible de lo anterior.

Este lexicógrafo prefiere eludir esa cuestión en su prólogo, aunque deja unas cuantas señales, como para buenos entendedores. Así, cuando llama la atención sobre el hecho de que el DRAE recoja voces americanas que en realidad son de origen andaluz, como 'socapar' (tapar, encubrir), recogido en Málaga capital, mientras que el diccionario oficial lo define como 'encubrir faltas ajenas', en Bolivia y Ecuador. El mismo fenómeno sucede con 'sula' (pescado de la bahía), documentado en este nuevo catálogo en Almería, pero que el DRAE sólo sitúa en Cantabria. La cuestión es, una vez más: ¿por qué Cantabria sí y Almería no? Muchos más casos parecidos podríamos señalar.

Un tesaurus no es propiamente un diccionario. Es más bien la publicación de un fichero de palabras, con informaciones que no suelen aparecer en los diccionarios, principalmente el lugar geográfico donde se documenta cada entrada y el texto que la recoge. El procedimiento, pues, no difiere demasiado del que utiliza la Academia. La diferencia, a favor de Alvar Ezquerra, es que éste no ha tenido empacho en asumir algunos repertorios inéditos, y no necesariamente basados en criterios de autoridad literaria. Por aquí, la brecha está abierta para la conveniencia de cambiar, o complementar, la metodología clásica, si queremos que el andaluz encuentre algún día su verdadero espejo.

Alrededor de 150 fuentes alimentan este importante bagaje, 'resultado de más de 15 años de trabajos por recopilar el léxico empleado en Andalucía y ponerlo de manera ordenada', según reconoce su autor. Pero tres o cuatro parecen haber sido las principales: el propio ALEA (Atlas Lingüístico Etnográfico de Andalucía) (1960-73); el Vocabulario Andaluz, de Alcalá Venceslada (1933), las Voces andaluzas, de Miguel de Toro y Gisbert (1920); el Diccionario de andalucismos, de Sbarbi (1892). Y, además, diversos inventarios locales, como los de Jaén publicados por Ignacio Ahumada, los de Cádiz de Pedro Payán o el malagueño de Juan Cepas. Estudios comparativos como el de Manuel Álvarez; novelas de autores andaluces, repertorios folclóricos, rurales, de oficios, cofradieros, cinegéticos, olivareros... Hay, por tanto, en este vaciado de palabras muchas de las que se echan en falta y varios centenares de pueblos oportunamente nombrados.

Así que prepárense los aficionados y curiosos a comprobar si aquella voz, aquella acepción del paraíso de su infancia, o aquella otra que empleaba el abuelo, están o no están. Indescriptibles emociones aguardan a quienes aquí lean, acaso por primera vez, las distintas formas del gazpacho majado, además del salmorejo, como 'ardonia', o 'ardora'; o las mil maneras del azufaifo: azafaifa, azafaifo, azufaiza, azofaifa, azofaifo...

Con todo, Alvar Ezquerra advierte de que este trabajo no es un punto de llegada, 'sino de partida'. ¿Y hacia dónde? Pues hacia el Diccionario diferencial del español de Andalucía, que no existe, pero que debería existir, como consecuencia de equipos y encuestas mucho más amplios.

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