Kosovo, hacia el futuro
Pocos hubieran apostado hace un año por unas elecciones generales en Kosovo suficientemente civilizadas. Sin embargo, no cabe hacer objeciones de fondo a los comicios que, con una participación superior al 50% y una presencia no despreciable de la minoría serbia, han otorgado la victoria al nacionalista moderado Ibrahim Rugova, con 20 puntos de diferencia sobre otro partido albanés encabezado por el antiguo jefe guerrillero Hashim Thaci. Pese a todos los avatares, Rugova y su Liga Democrática de Kosovo, que el año pasado vencieron claramente en los comicios municipales, han mantenido una lealtad consistente entre los albanokovares.
Hace poco más de dos años que los aviones de la OTAN liberaron a Kosovo de la opresión de Milosevic, que ahora espera turno en el Tribunal de La Haya. Desde entonces, este territorio serbio, habitado mayoritariamente por albaneses, es un protectorado internacional, custodiado por un gran despliegue de tropas de la OTAN. Y seguirá siéndolo en el futuro inmediato. La resolución del Consejo de Seguridad que puso fin a los bombardeos aliados confió a Naciones Unidas la tarea de ceder gradualmente a sus ciudadanos el gobierno de Kosovo, manteniendo su condición de provincia yugoslava.
Rugova ya ha reivindicado el resultado electoral, que no le da mayoría absoluta en la Asamblea de 120 escaños, como un voto por la independencia, aunque el Parlamento que nacerá en Pristina no tiene facultades para adoptar una decisión sobre este punto. Es conocido que el líder albanés utiliza un lenguaje encendido para el consumo interior y otro mucho más posibilista en su trato con los poderes internacionales, de los que Kosovo depende por completo. La Unión Europea y EE UU saben que el verdadero meollo de Kosovo es su estatuto final, que por el momento prefieren mantener en el limbo y fiarlo a un entendimiento con las nuevas autoridades serbias. Los ministros de Exteriores de la UE se apresuraron ayer a recordar que sigue en vigor la resolución 1.244 del Consejo de Seguridad, que coloca al territorio bajo la soberanía de Belgrado. Pero su suerte última está sin escribir y tiene mucho que ver, entre otros factores, con el rumbo de Montenegro en sus relaciones con Serbia. Una eventual secesión montenegrina de Yugoslavia haría impensable la permanencia de Kosovo.
Quizá lo de menos en este momento sea qué Gobierno formará Rugova cuando el Parlamento le designe presidente. La Asamblea y el Ejecutivo kosovar tienen facultades muy limitadas: dirigirán la sanidad, el transporte o la educación, pero los impuestos, el presupuesto, la seguridad o la política exterior permanecerán bajo control de Naciones Unidas, y es improbable que los partidos albaneses desafíen por el momento a la comunidad internacional con un referéndum sobre la independencia. Lo más relevante ahora es el hecho consumado de que se hayan celebrado elecciones representativas en un rincón europeo asolado durante más de una década por la brutalidad ciega de un dictador.
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