_
_
_
_
_
Crítica:JAVIER BARÓN | FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pequeño, enorme espectáculo

Con una hora basta y sobra para triunfar por derecho. Sesenta minutos de humildad, inteligencia, buen gusto y voluntad de búsqueda. Javier Barón busca la inspiración en Vicente Escudero: lo estudia, lo encuentra, se empapa de él, lo intenta integrar en su propio baile. Coge unas cosas sí y otras no. Y nos enseña al final el resultado de esa búsqueda, su crecimiento en la elegancia, la sobriedad, el compás y el respeto a la música.

Sin más pretensiones que contar cómo es su proceso de acercamiento a aquella figura genial y mítica de las vanguardias europeas que fue Escudero, Javier Barón construye un espectáculo original y serio, arriesgado y también vanguardista. Con una curiosa paradoja: no se puede bailar más pegado a la tierra, con menos alharacas.

¡Baile de hierro, baile de bronce!

Baile y coreografía: Javier Barón. Grupo: Ramón Martínez, Pedro Córdoba, Manuel Betanzos y Ángel Atienza. Cante: Segundo Falcón y Juan José Amador. Guitarras : José Quevedo Bolita y Javier Patino. Percusión: Antonio Coronel. Teatro Francisco de Rojas del Círculo de Bellas Artes. Del 14 al 17 de noviembre. Madrid.

Le acompañan dos guitarras, dos cantaores espléndidos, un percusionista y cuatro bailaores. La escenografía es blanca y sugerente, y la música elegida por Faustino Núñez es una maravilla: la zambra de Sabicas, la cabal de Sernita, la farruca...

A veces parece teatro, pero no lo es. Teatro de la naturalidad, en todo caso: sin trampa ni cartón. De esa naturalidad, de esa honradez, asoma la grandeza y la originalidad de este pequeño, modesto espectáculo: casi nadie huye hoy del aplauso fácil como lo hace Barón, que se empeña en no dejar ni un segundo de transición entre baile y baile para evitar posibles entusiasmos que aquí no pegan para nada. Se trata de poner en escena sus inseguridades, de representar sus dudas creativas, y eso no se aplaude.

Barón baila sin hacer ruido, sin guapearse, sin golpes de efecto. Suda hasta la última gota de esfuerzo, y se arrima al baile clásico con la valentía de saber que no alborotará a las masas como los saltimbanquis. Pero seduce por completo. Y además hace honor al título, que toma prestado del gran Escudero, que escribió al final de Mi baile: 'Avancemos pues sin retroceder, adelante con los faroles aunque tengamos que terminar con la chimenea al hombro. Baile de hierro, baile de bronce. Así bailaría yo'.

Y así nos vamos: conociendo mejor al olvidado bailaor vallisoletano y descubriendo, redescubriendo, a este irreprochable Javier Barón en la cima de su carrera.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_