_
_
_
_
Tribuna:EFECTO INVERNADERO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Kioto y la insostenibilidad del modelo valenciano

Hace unos días en estas misma páginas el consejero de Medio Ambiente, Fernando Modrego, hacía unas observaciones sobre el compromiso de Kioto y la sostenibilidad del modelo de desarrollo valenciano. Estas líneas pretenden ser una réplica a la mayoría de sus afirmaciones y pretenden colocar la polémica sobre la realidad y no sobre las supuestas bondades de una situación que se nos antoja ilusoria y mistificada.

En primer lugar hay que decir que el compromiso de Kioto asumido por los países europeos se está demostrando de dificultoso cumplimiento por la mayoría de los países europeos, incluyendo a aquellos como Alemania y Gran Bretaña que han conseguido significativas reducciones en las emisiones, como así lo han reconocido la mayoría de países, y lo afirma sin ambages la Agencia Europea de Medio Ambiente. España es más de lo mismo, pero aún peor. Si en el compromiso europeo (la llamada burbuja europea) la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero es del 8% para el 2008-2010, en el reparto interno España podía aumentar sus emisiones en un 15%. Con datos oficiales a fines de 1999, el aumento de emisiones era próximo al 25% y la Comunidad Valenciana no es una excepción.

Hay en proyecto cinco nuevas plantas de ciclo combinado que aumentarán las emisiones un 55%
Más información
Los bosques sólo fijan el 1,3% de las emisiones valencianas de CO2

El modelo de desarrollo valenciano no es un caso aparte del español y tiene los mismos signos de insostenibilidad. Con particularidades que en algunos casos lo empeoran. El incremento de las emisiones de dióxido de carbono en el decenio 1985-1995 debido a la quema de combustibles fósiles sufrió un fuerte aumento del 35% en la Comunidad.

La industria valenciana, con un consumo de gas (participación del gas en el consumo total de energía final del 20%) superior a la española (10%), sin embargo contribuye con un 50% de las emisiones de CO2, muy por encima de la industria española y europea (36% y 30% respectivamente). En los últimos años la relación entre la energía consumida y el PIB ha empeorado notablemente, y eso indica un descenso en la eficiencia energética en el sector productivo. El sector energético valenciano emite muy por debajo de España y Europa (1,5 % de las emisiones de CO2), pero se debe a la inexistencia de un parque de generación termoeléctrico (a excepción de la central de fuel de Castellón y del parque de autogeneradores del sector cerámico de Castellón, que producen calor y electricidad). Una buena parte de la electricidad consumida es generada fuera del País Valenciano. Sin embargo las previsiones futuras no son nada halagüeñas, pues están en proyecto o en construcción cinco nuevas centrales térmicas de gas de ciclo combinado (5.000 Mw de potencia), que si se ponen en marcha aumentarán las emisiones globales de CO2 de la Comunidad Valenciana en un 55% (de 20 a 31 millones de Tm). Habría que descontar las emisiones de la central de fuel de Castellón, que no son muy significativas, pues funciona pocas horas al año y previsiblemente funcionará todavía menos horas en el futuro.

El fondo de la cuestión son los fortísimos crecimientos de la demanda eléctrica (8% anual) industrial y urbana, que no guarda relación con la producción (debido al aumento de la ineficiencia energética) o de la población -es cierto que las dotaciones de las viviendas han aumentado (electrodomésticos, aire acondicionado), pero se ha hecho muy poca gestión de la demanda o campañas de ahorro energético-.

El sector transporte es un caso y aparte. En la última década se ha convertido en el principal consumidor de energía final (42%), que consume casi en exclusiva derivados del petróleo y contribuye de forma notable a las emisiones. La motorización en la Comunidad es superior a la media española y las tendencias son de una creciente insostenibilidad. Por ejemplo, el parque automovilístico de la ciudad de Alicante ha crecido un 23% entre 1995 y 1999, alcanzando una motorización de 468 automóviles por cada 1.000 personas, muy por encima de la media española.

Miremos por donde miremos los signos de insostenibilidad son muy preocupantes. Sin embargo para el consejero de Medio Ambiente no hay motivos de preocupación. ¿Cuál es la contribución valenciana a la 'reducción' en las emisiones? Nos pone dos ejemplos: el tren de alta velocidad y el Plan Eólico. En el primer caso se nos dice que contribuirá a la reducción del uso de otros modos más contaminantes, como también el transporte público lo hará en las ciudades. Para el AVE esas previsiones no se corresponden con las experiencias del AVE Madrid-Sevilla, donde el trasvase de viajeros ha sido doble: del avión al ferrocarril y del ferrocarril al autobús o al automóvil. Hay una disminución en las emisiones en el primer trasvase, pero en el segundo casi no hay cambios, si el modo elegido es el autobús, pero la cosa empeora si gana el automóvil. El tren de alta velocidad, dado su carácter elitista, sólo puede competir con el avión en trayectos por debajo de los 500 km y 2,5 horas de viaje, por encima de esos valores el avión será el modo elegido por la fracción más adinerada de la sociedad. Para el resto está la carretera, con el autobús como la opción más económica (y una de las más eficientes energéticamente frente al automóvil privado). Respecto al transporte público en las ciudades, no hay proyectos que puedan quebrar de forma radical la dependencia del automóvil, aunque el proyecto de tranvía en Alicante puede suponer un aliciente para el transporte público en la ciudad y su entorno metropolitano.

Con el Plan Eólico estamos totalmente de acuerdo en que contribuirá al recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero más bien laminará incrementos que se producirían sin la existencia de esa fuente energética en un marco de consumo creciente.

Respecto a la contribución del bosque valenciano a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero la cuestión es muy polémica. Si se reducen los incendios forestales y se incrementa la superficie forestal pueden darse reducciones, pero en general las mayores reducciones se darán en la fase juvenil de la masa forestal (cuando el crecimiento de la biomasa es mayor), siendo casi nula en la fase de clímax o de madurez. Además las fijaciones de dióxido de carbono no son definitivas, pues son reversibles, en caso de incendio. La regeneración de la cubierta forestal será lenta en esa caso, pues el bosque valenciano no es de crecimiento rápido, debido a las condiciones climáticas y a las especies que lo conforman.

No estamos de acuerdo con el Conseller en que la masa forestal valenciana absorba el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además mantener que la política forestal valenciana es una de las mejores contribuciones al compromiso de Kioto, supone de la misma forma que hacen los EE UU y otros en su órbita, poner el acento en la política de sumideros y no en la más comprometida y eficaz, pero también la más dificultosa, de reducción de las emisiones.

Por la pluma del honorable conseller nos enteramos de que existe una política de lucha contra el cambio climático y de que se elaborará una Estrategia de Calidad del Aire y Gestión del Cambio Climático de la Comunidad Valenciana. Perdone que le digamos que esa política ahora mismo es inexistente, aunque estamos de acuerdo en la elaboración de una estrategia de lucha contra el cambio climático de forma urgente, y lo que es más importante la adopción de medidas eficaces para frenar las crecientes tendencias hacia la insostenibilidad del modelo valenciano. Si no es así, todo se reducirá a vender humo y aire, cada vez con mayor concentración de gases de efecto invernadero, y con los resultados catastróficos que se prevén, que han sido detectados de forma correcta por el Conseller de Medio Ambiente (subida del nivel del mar, desaparición de playas, desertificación, riesgos catastróficos por la torrencialidad de las precipitaciones o la prolongación de las sequías).

O quizá todo acabe en la elaboración de 'estrategias', que parecen ser la nueva moda y elemento fundamental de distracción de la política ambiental (¿Qué fue de la estrategia de la biodiversidad o de la estrategia forestal del Ministerio de Medio Ambiente?)Hace unos días en estas misma páginas el consejero de Medio Ambiente, Fernando Modrego, hacía unas observaciones sobre el compromiso de Kioto y la sostenibilidad del modelo de desarrollo valenciano. Estas líneas pretenden ser una réplica a la mayoría de sus afirmaciones y pretenden colocar la polémica sobre la realidad y no sobre las supuestas bondades de una situación que se nos antoja ilusoria y mistificada.

En primer lugar hay que decir que el compromiso de Kioto asumido por los países europeos se está demostrando de dificultoso cumplimiento por la mayoría de los países europeos, incluyendo a aquellos como Alemania y Gran Bretaña que han conseguido significativas reducciones en las emisiones, como así lo han reconocido la mayoría de países, y lo afirma sin ambages la Agencia Europea de Medio Ambiente. España es más de lo mismo, pero aún peor. Si en el compromiso europeo (la llamada burbuja europea) la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero es del 8% para el 2008-2010, en el reparto interno España podía aumentar sus emisiones en un 15%. Con datos oficiales a fines de 1999, el aumento de emisiones era próximo al 25% y la Comunidad Valenciana no es una excepción.

El modelo de desarrollo valenciano no es un caso aparte del español y tiene los mismos signos de insostenibilidad. Con particularidades que en algunos casos lo empeoran. El incremento de las emisiones de dióxido de carbono en el decenio 1985-1995 debido a la quema de combustibles fósiles sufrió un fuerte aumento del 35% en la Comunidad.

La industria valenciana, con un consumo de gas (participación del gas en el consumo total de energía final del 20%) superior a la española (10%), sin embargo contribuye con un 50% de las emisiones de CO2, muy por encima de la industria española y europea (36% y 30% respectivamente). En los últimos años la relación entre la energía consumida y el PIB ha empeorado notablemente, y eso indica un descenso en la eficiencia energética en el sector productivo. El sector energético valenciano emite muy por debajo de España y Europa (1,5 % de las emisiones de CO2), pero se debe a la inexistencia de un parque de generación termoeléctrico (a excepción de la central de fuel de Castellón y del parque de autogeneradores del sector cerámico de Castellón, que producen calor y electricidad). Una buena parte de la electricidad consumida es generada fuera del País Valenciano. Sin embargo las previsiones futuras no son nada halagüeñas, pues están en proyecto o en construcción cinco nuevas centrales térmicas de gas de ciclo combinado (5.000 Mw de potencia), que si se ponen en marcha aumentarán las emisiones globales de CO2 de la Comunidad Valenciana en un 55% (de 20 a 31 millones de Tm). Habría que descontar las emisiones de la central de fuel de Castellón, que no son muy significativas, pues funciona pocas horas al año y previsiblemente funcionará todavía menos horas en el futuro.

El fondo de la cuestión son los fortísimos crecimientos de la demanda eléctrica (8% anual) industrial y urbana, que no guarda relación con la producción (debido al aumento de la ineficiencia energética) o de la población -es cierto que las dotaciones de las viviendas han aumentado (electrodomésticos, aire acondicionado), pero se ha hecho muy poca gestión de la demanda o campañas de ahorro energético-.

El sector transporte es un caso y aparte. En la última década se ha convertido en el principal consumidor de energía final (42%), que consume casi en exclusiva derivados del petróleo y contribuye de forma notable a las emisiones. La motorización en la Comunidad es superior a la media española y las tendencias son de una creciente insostenibilidad. Por ejemplo, el parque automovilístico de la ciudad de Alicante ha crecido un 23% entre 1995 y 1999, alcanzando una motorización de 468 automóviles por cada 1.000 personas, muy por encima de la media española.

Miremos por donde miremos los signos de insostenibilidad son muy preocupantes. Sin embargo para el consejero de Medio Ambiente no hay motivos de preocupación. ¿Cuál es la contribución valenciana a la 'reducción' en las emisiones? Nos pone dos ejemplos: el tren de alta velocidad y el Plan Eólico. En el primer caso se nos dice que contribuirá a la reducción del uso de otros modos más contaminantes, como también el transporte público lo hará en las ciudades. Para el AVE esas previsiones no se corresponden con las experiencias del AVE Madrid-Sevilla, donde el trasvase de viajeros ha sido doble: del avión al ferrocarril y del ferrocarril al autobús o al automóvil. Hay una disminución en las emisiones en el primer trasvase, pero en el segundo casi no hay cambios, si el modo elegido es el autobús, pero la cosa empeora si gana el automóvil. El tren de alta velocidad, dado su carácter elitista, sólo puede competir con el avión en trayectos por debajo de los 500 km y 2,5 horas de viaje, por encima de esos valores el avión será el modo elegido por la fracción más adinerada de la sociedad. Para el resto está la carretera, con el autobús como la opción más económica (y una de las más eficientes energéticamente frente al automóvil privado). Respecto al transporte público en las ciudades, no hay proyectos que puedan quebrar de forma radical la dependencia del automóvil, aunque el proyecto de tranvía en Alicante puede suponer un aliciente para el transporte público en la ciudad y su entorno metropolitano.

Con el Plan Eólico estamos totalmente de acuerdo en que contribuirá al recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero más bien laminará incrementos que se producirían sin la existencia de esa fuente energética en un marco de consumo creciente.

Respecto a la contribución del bosque valenciano a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero la cuestión es muy polémica. Si se reducen los incendios forestales y se incrementa la superficie forestal pueden darse reducciones, pero en general las mayores reducciones se darán en la fase juvenil de la masa forestal (cuando el crecimiento de la biomasa es mayor), siendo casi nula en la fase de clímax o de madurez. Además las fijaciones de dióxido de carbono no son definitivas, pues son reversibles, en caso de incendio. La regeneración de la cubierta forestal será lenta en esa caso, pues el bosque valenciano no es de crecimiento rápido, debido a las condiciones climáticas y a las especies que lo conforman.

No estamos de acuerdo con el Conseller en que la masa forestal valenciana absorba el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además mantener que la política forestal valenciana es una de las mejores contribuciones al compromiso de Kioto, supone de la misma forma que hacen los EE UU y otros en su órbita, poner el acento en la política de sumideros y no en la más comprometida y eficaz, pero también la más dificultosa, de reducción de las emisiones.

Por la pluma del honorable conseller nos enteramos de que existe una política de lucha contra el cambio climático y de que se elaborará una Estrategia de Calidad del Aire y Gestión del Cambio Climático de la Comunidad Valenciana. Perdone que le digamos que esa política ahora mismo es inexistente, aunque estamos de acuerdo en la elaboración de una estrategia de lucha contra el cambio climático de forma urgente, y lo que es más importante la adopción de medidas eficaces para frenar las crecientes tendencias hacia la insostenibilidad del modelo valenciano. Si no es así, todo se reducirá a vender humo y aire, cada vez con mayor concentración de gases de efecto invernadero, y con los resultados catastróficos que se prevén, que han sido detectados de forma correcta por el Conseller de Medio Ambiente (subida del nivel del mar, desaparición de playas, desertificación, riesgos catastróficos por la torrencialidad de las precipitaciones o la prolongación de las sequías).

O quizá todo acabe en la elaboración de 'estrategias', que parecen ser la nueva moda y elemento fundamental de distracción de la política ambiental (¿Qué fue de la estrategia de la biodiversidad o de la estrategia forestal del Ministerio de Medio Ambiente?)

Carlos Arribas es portavoz de Ecologistas en Acción del País Valenciano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_