Emociones de breves poéticas argentinas
Hace ya algunos años, entre 1992 y 1998, se publicaron en nuestro país dos novelas del argentino Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962). Del autor apenas conocíamos su condición de doctor en matemáticas. Lo cierto es que Acerca de Rodorer, su primera novela, mostraba las maneras de un novelista maduro. Años más tarde nos trajo la segunda, La mujer del maestro, un título que, amén de recordar el mundo de Henry James, transmitía la sensación de la búsqueda de unas características narrativas singulares. Ahora sólo se me ocurre pensar en Pablo de Santis embarcado en una empresa parecida, entre los narradores argentinos de su generación. Mientras escribe su tercera novela, Martínez rescata en España su primer libro de ficción, Infierno grande, 12 relatos de los cuales dos son de reciente creación, no así el resto del volumen, editado en Buenos Aires en 1989. Hay que estar de acuerdo con el veredicto de la crítica argentina Liliana Hecker, cuando afirma que uno de los hechos más destacables de estos cuentos es la naturalidad con que están narrados, en contraste llamativo con los sentimientos de inquietud que pueden deparar en el lector. Esa naturalidad se puede hallar también en sus novelas, ese sentido de la escritura contenida como si la sostuviera un cierto clasicismo estilístico, una fluidez entre solemne y cierta provocadora sobriedad. Temáticamente pareciera que Martínez concibiera su obra como una unidad. En todos los cuentos se encontrará el lector con aquellos protagonistas de sus novelas, tipos entregados a alguna obsesión inexplicable, pero enormemente gratificantes para dibujar la locura, el desasosiego, el miedo o el absurdo. En relatos como el que da título al libro, Infierno grande, o Un descenso al infinito o Retrato de un piscicultor, el autor argentino resuelve, cada uno en su específico desafío argumental, la necesidad de responder desde la más radical ficción a las más insondables enfermedades del mundo contemporáneo.
INFIERNO GRANDE
Guillermo Martínez Destino. Barcelona, 2001 174 páginas. 2.100 pesetas
EL ÚLTIMO MINUTO
Andrés Neuman Espasa. Madrid, 2001 178 páginas. 2.600 pesetas
Distinto caso es el de Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), afincado en España desde su adolescencia y que publica su segundo libro de relatos, El último minuto, después de otro prometedor y una excelente novela, Bariloche, finalista del Premio Herralde (Anagrama, 1999). Distinto caso porque Andrés Neuman parece concebir el cuento como una construcción subordinada a una poética. De hecho, al final de su libro incorpora unas páginas de reflexión sobre el arte del cuento, en la línea de Ricardo Piglia o aquellos famosos antecesores que fueron Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga o Hemingway. Los cuentos de Neuman, breves, son mayormente apuntes tendientes a ilustrar eso que él llama 'contar el último minuto de mis cuentos'. Neuman apura la anécdota hasta eso que denomina 'el abismo'. Ahí se detienen sus piezas, respetuosas con su exigencia del relato como secreto, como secreto antes que como revelación. Si la emoción que transmiten los cuentos de Martínez tienen que ver con sus asuntos, la emoción de los de Neuman los hallamos en la milimétrica subordinación a las reglas que él mismo se impone. Un cuento como Un cigarrillo, perfecto en su ejecución, resulta enormemente instructivo por lo que sabe esconder, en la misma medida en que lo es Los asesinos de Hemingway. Ambos libros representan dos poéticas, sino antagónicas, sí muy distintas, aunque uno de ellos, Guillermo Martínez, no la explicite. De Neuman sigo esperando su segunda novela, en este género ha dado lo mejor de su oído literario. De Guillermo Martínez lo dicho, como novelista promete lo mejor.
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