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El cinismo de la ministra

Según la ministra de Educación, Pilar del Castillo, es la falta de conocimiento de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) lo que está en el origen de las manifestaciones que se han producido estas dos últimas semanas en prácticamente todas las universidades españolas contra la ley. De ahí que le resulte 'difícil encontrar fundamento' a dichas manifestaciones así como a la huelga que, con mayor o menor intensidad, está afectando a casi toda la Universidad española. Si la ley fuera más conocida, venía a decir la ministra, con seguridad que habría menos protestas. La misma opinión ha sido reiterada por Manuel Fraga, al que oí decir ayer en el informativo Hora 14, de la Cadena SER, que el 'noventa por ciento de los manifestantes desconocían por completo el texto de la ley' y protestaba, en consecuencia, sin saber por qué.

No tengo la menor duda de que Fraga dice lo que piensa. La frase le cuadra perfectamente. Es el estilo de toda su vida. Que lo piense la ministra me cuesta más trabajo creerlo. Entre otras cosas porque, si de verdad pensara lo que dice, lo podría haber evitado con suma facilidad. Le hubiera bastado con que se le hubiera dado la posibilidad a la comunidad universitaria de debatir el proyecto de ley del ministerio y se hubiera tramitado después parlamentariamente siguiendo el procedimiento legislativo ordinario y no el procedimiento de urgencia.

La LOU empezó a ser puesta en circulación cuando estaba finalizando el pasado curso académico, es decir, en el momento en que se empezaban los exámenes finales en la Universidad. El Ministerio le ha dado forma durante el verano y se ha tramitado parlamentariamente a toda velocidad en el primer mes del presente curso académico. Cualquiera que conozca la Universidad sabe que es el peor momento para que se pueda conocer y debatir cualquier cosa y en particular un proyecto de ley necesariamente complejo como es una ley de universidades. El iter legislativo de la LOU se ha diseñado deliberadamente para evitar que los miembros de la comunidad universitaria en general y los estudiantes en particular pudieran tener conocimiento de la ley y se la encontraran en el BOE sin tener posibilidad de reaccionar. El debate universitario de la ley es lo que se ha intentado evitar a toda costa. Es lo único que puede explicar la manera de proceder del ministerio.

El cinismo de la ministra es indignante. Formalmente, la LOU es una ley orgánica. Materialmente, es un decreto ley. Es una norma dictada por el Gobierno, que ha tenido que pasar por las Cortes, porque no podía no pasar, pero que ha pasado por ellas como si no hubiera pasado. La mayoría absoluta del Partido Popular ha rechazado todas las comparecencias que se habían solicitado y las más de setecientas enmiendas se vieron en un solo día. No ha habido debate parlamentario alguno sobre el proyecto de ley. Si tanta seguridad se tiene en la bondad de la norma y que tendrá tanto más apoyo cuanto más se la conozca, ¿por qué no se ha arbitrado un procedimiento de aprobación que lo hubiera permitido?

La protesta en la calle es la única vía que se le ha dejado a la comunidad universitaria ante el atropello que supone la aprobación de la ley de la forma en que lo está siendo. ¿Qué sentido tiene debatir un proyecto de ley que se está tramitando a uña de caballo y que, antes de que se hayan podido intercambiar opiniones de manera ordenada, va a estar publicado en el BOE?

La forma en democracia es el fondo. Cuando no se respetan las formas, se puede apostar doble contra sencillo que se pretende hacer una barrabasada. Y es lo que está ocurriendo con la LOU, que está teniendo una tramitación más propia de la época de Franco que de la que debería tener en un Estado social y democrático de derecho.

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