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Columna
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Nervios

Hay nervios en El Monte. Beneroso gana, Beneroso pierde. Depende del cristal con que se mire. También en el Gobierno andaluz y en el Parlamento hay nervios. Como en Sanlúcar, La Carolina y Estepona; nervios por el caso Isla Chica, con el alcalde onubense, Pedro Rodríguez, deseando sentarse en el banquillo para dar su versión; nervios en Asuntos Sociales, con Pérez Saldaña más solo que la una y con más de un gitano que le ha echado el mal del ojo; nervios en los empresarios del turismo de la Costa del Sol porque los operadores ingleses les quieren hacer una pirula con los precios; nervios y tensiones entre los políticos, de un lado y del otro, que amenazan tormentas de querellas y encima con este frío. Lo mejor sería recogerse en la mesa de camilla, con brasero de carbón, como entonces, y dejar pasar los malos humores.

Pero es imposible. La Universidad en la calle, llamada a rebato contra una ley que, por lo visto, sólo debe gustar a la ministra, Pilar del Castillo; los pescadores y armadores mirando a Bruselas por si caen esos millones de euros que se necesitan, que apalabró el ministro Arias Cañete y que no terminan de llegar. Habrá que recurrir a nuestro 'amigo' Berlusconi, pastoreado en Granada por José María Aznar, para que nos eche una manita.

Y con tanta tensión, tanto lío y el ataque de nervios que parece padecer Andalucía, llega el debate de los presupuestos de la Junta para el 2002, capicúo, y apenas si hubo algunas perlas para recordar, una vez que la mayoría rechazara las dos enmiendas a la totalidad presentadas por el Partido Popular y por Izquierda Unida.

Todo fue tan normal que incluso las palabras que se cruzaron la consejera Magdalena Álvarez con Antonio Sanz (PP) y Concha Caballero (IU) fueron muy comedidas. Se dijo, más o menos, lo que se dice en todo debate de presupuestos donde todos parecen tener razón. Sanz, con aquello de dar al rey lo que es del rey (Aznar), dijo que Andalucía tiene más dinero gracias a su jefe. Y Magdalena, que esperaba el tirito, recordó que tantos años de lucha habían servido para que el Gobierno de Aznar terminase por darle la razón a la Junta.

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