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El 'infierno', según Camacho

La desbandada de clientes en 2001 desbarató el 'éxito' del ansiado ascenso a agencia

Antonio Camacho logró en febrero de 2001 lo que perseguía desde la creación de Gescartera: la transformación de su empresa en agencia de valores. Para entonces, las reclamaciones de los clientes más importantes, incluidas las de la ONCE -el socio que limpió las sospechas sobre su empresa -, habían convertido la vida de Camacho, según él mismo dijo, en un 'infierno'.

Ante la juez Teresa Palacios, Camacho dibujó un panorama en el que hasta 1996 se produjeron una serie de operaciones de Gescartera en el 'Mercado de Derivados', donde sufrió perdidas superiores a los '300 millones de pesetas', y una situación 'plana en la Bolsa'. 'Es ahí donde se pierde casi todo y los que ganan son los intermediarios finales que te comen a corretajes', según dijo.

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Como necesitaba financiación, Camacho siguió 'el consejo' de su padre y no acudió a los bancos sino a 'operaciones especiales'. El dueño de Gescartera señaló dos: el aparcamiento de acciones (compra de un porcentaje de participaciones a una sociedad interesada en esa operación a cambio de un pago posterior mediante un pacto de recompra) y los 'depósitos estructurados' (productos 'a medida' del cliente con rentabilidades muy superiores a la media del mercado). En esos meses, según él, 'la renta variable tuvo unas bajadas tremendas y lo que al final ocurrió es que se perdió muchísimo dinero'.

No le sirvió, siquiera, que su amigo, el notario Luis Ramallo, mediara para intentar vender la agencia al Banco Inversión, filial de Hippobank. Ni le valió el fichaje millonario de su futuro suegro, Jaime García Morey, en la confianza de que funcionaran sus relaciones como asesor del presidente de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana, y sus contactos con el entorno del Partido Popular. Las reclamaciones de los mejores clientes se encontraron con las cajas vacías. El panorama que mostró el Banco de España era desolador: en efectivo sólo había números rojos (por 57 millones de pesetas) y en valores quedaba una cartera de 149 millones, simbólica para una agencia de valores.

La CNMV abrió la última y definitiva inspección a Gescartera en abril de 2001 y la cerró, con la intervención, el 14 de junio. Y un mes después, la CNMV llevó el caso a la Fiscalía. Pero todavía el 2 de agosto, la ex presidenta de la CNMV seguía confiada en encontrar el rastro del dinero. Pilar Valiente exhibió en aquella comparecencia un certificado de L. Murrells que decía que Gescartera tenía 2.607 millones en un depósito por cuenta de sus clientes, y otro certificado, de Martin Investment, que añadía otros 14.350 millones de pesetas invertidos en valores de renta variable y repos (activos con pacto de recompra en deuda de EE UU). Ambos certificados se revelaron falsos.

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La ONCE, en su querella, contó que en febrero de 2001 pidió un reintegro de 200 millones de pesetas a Gescartera y que, hasta junio, no logró un reingreso parcial de 160 millones de pesetas. La organización de ciegos ha perdido 540 millones de pesetas. En mayo, la Armada recuperó los últimos 300 millones de sus inversiones y en la misma fecha la Asociación pro Huérfanos de la Guardia Civil colocó 320 millones, que se sumaron a otros 100 que había depositado en febrero.

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