Una ciudad a prueba de manifestantes
La Organización Mundial de Comercio (OMC) no podía encontrar un lugar más adecuado para evitar las manifestaciones antiglobalización que Duhá, la pequeña capital del diminuto emirato de Qatar, una península fácil de controlar y de difícil acceso.
Por tierra sólo se puede acceder a través de monarquías árabes donde ya es difícil entrar y por mar habría que sortear, en este momento, a la flota británica que participa en las operaciones bélicas contra Afganistán.
Sólo se puede llegar por aire y se necesita un visado tan complicado de obtener como para cualquiera de los países que rodean Qatar.
Una vez en Duhá, las negociaciones para liberalizar el comercio mundial se desarrollan en el hotel Sheraton, situado en el extremo de una de las cuatro bahías que tiene la ciudad. Para llegar al hotel, desde cualquier parte de la ciudad, hay autobuses que transportan a los delegados, periodistas y todo aquel autorizado para participar de la cumbre a un club de tenis, el Aldana Club, y desde allí, otro autobús, más pequeño, lleva a los participantes al Sheraton, no sin atravesar varios controles de seguridad. Es imposible ir de un hotel a otro sin pasar por el club.
La delegación estadounidense se hospeda en el Ritz, situado en otro de los extremos de una bahía, con sólo dos accesos y tan inexpugnable como el hotel donde se celebra la cumbre. Todo está pensado para inmovilizar a la gente dentro del Sheraton y para no permitir que nadie se acerque a menos de 300 metros de éste. Tal vez el G-7 tomó el ejemplo de la OMC cuando en Génova decidió celebrar su próxima cumbre en un apartado centro de esquí en Canadá.
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