Bestiario de África
De Ahmadou Kourouma hay edición ya descatalogada en Alfaguara de Los soles de las independencias, que fue un aldabonazo de la literatura africana en Francia, o al menos de la literatura del África francófona. Ahora reaparece en las librerías españolas gracias a una novela ganadora del Premio Renaudot 2000; ese mismo año recibió el Jean Giono por el conjunto de su obra.
Kourouma se ha mantenido siempre con el 'detector de mierda' hemingwayano en perfecto estado de revista, y en Alá no está obligado sigue fiel a sus principales querencias: temas candentes, que en manos de otro serían una mera prolongación del periodismo, y constante ironía sobre la manera francesa de mirar (y de perorar sobre) África. El tema central de este relato son los niños soldado, vistos desde dentro, y Kourouma no se anda por las ramas para describir ese mundo infernal en Liberia y Sierra Leona ni para acusar con nombres y apellidos a quienes ejercen el terror. Y la ironía se apodera de toda la narración por las frecuentes referencias a diccionarios y libros sesudos franceses y por las continuas aclaraciones guasonas al francés no sólo de términos africanos, sino incluso de locuciones cuyo sentido es meridiano en cualquier lengua ('en el Petit Robert reeducación significa 'acción de reeducar', es decir, la reeducación. ¡Walahé! A veces el Petit Robert se cachondea del mundo entero'). En el fondo, puede haber una constatación de que lo terrible de la realidad sólo puede ser contado con ese descaro sarcástico.
ALÁ NO ESTÁ OBLIGADO
Ahmadou Kourouma Traducción de Daniel Alcoba Muchnik. Barcelona, 2001 189 páginas. 2.850 pesetas
La estructura de la novela aúna el recuento de episodios históricos y el viaje e iniciación (al horror y a la acedía) de un pequeño condenado a crecer a la sombra del fusil Kaláshnikov. Una huida hacia delante, hacia ningún sitio, bajo el acoso de los 'señores de la guerra' de Liberia y Sierra Leona y bajo el fuego indiscriminado de las 'fuerzas de interposición' constituidas por soldados nigerianos desocupados y tan brutales como los bandos enfrentados. El viajero va por doquier encontrando matones atroces y prosopopéyicos, y niños que chapotean en la ruina. 'Cuando no se tiene padre, madre, hermano, hermana, tío, tía, cuando no se tiene nada de nada, lo mejor es convertirse en niño soldado. Los niños soldado están para quienes no tienen en la tierra ni el cielo de Alá ni una jodida cosa'.
La novela supone una reflexión tan amarga como despectiva sobre la muy lícita dicotomía que se plantea al pensar en tales circunstancias africanas en Dios (Alá) y el mundo: por un lado, la esperanza repite que 'Alá nunca deja vacía una boca que ha creado'; por otro, la experiencia expone que 'Alá no está obligado a ser justo en todas sus cosas de aquí abajo'. En cualquier caso, muestra Kourouma, la torturada África se ve en la tesitura de pedir reclamaciones... al maestro armero.
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