Bolero
Este hombre sumamente joven ha entrado a las nueve de la mañana en el vagón del metro que va a Gran Vía y ha anunciado que va a cantar un bolero. Va con una camisa blanca, se abre paso con sus codos ligeros entre una multitud que aún no se acostumbra a mirar de frente a los compañeros de viaje, se para en medio de la plataforma y nos mira como si pasara lista. Él tiene claro que su destino es terminar la canción y luego cambiar de coche. Los que le vemos entrar ya tenemos el día cuadriculado en el reglamento del futuro en que se convierte la vida diaria. Así que él entra y no pasa nada, no está previsto que un tipo así intervenga en tu rutina y distraiga tu mirada. Así pues, nadie le mira, eso es lo que sorprende de las multitudes: ven entrar a un hombre, a un pordiosero o a un cantante, a mujeres con niños o niñas enflaquecidos por la calle, a seres estrambóticos que te quieren hacer al instante una declaración sobre lo que va a ser tu vida, y nadie les mira, siguen con sus libros llenos de aventuras o de consejos, o doblan, nerviosamente, los diarios deportivos.
En la calle, alrededor del metro, he visto anoche a hombres y mujeres que hace siglos hubieran sido españoles y que ahora esconden de los guardias su falta de identidad, son clandestinos, o veo a negros a los que los guardias ponen contra la pared para requisarles algo de papeles y un poco más de la dignidad que les queda.
Anoche vi a un joven que dormía echado cuan largo era y teniendo como almohada el pretil de la acera. Pensé en ese viaje entre el portal y la otra calle que en ese territorio de Madrid había visto sucesivamente el porvenir de este país en su pasado, y además escuché en uno de los telediarios cómo unos españoles de acento colombiano se quejaban de la ciudad en la que vivían con el aplomo que les da un castellano que volverá a hablarse entre nosotros porque lo hicimos viajar para que regrese. Somos los que nos fuimos, pero no nos miramos. Y ahí está ese hombre cantando Poema de amor, pero el tren ya llegó a mi propio destino y el hombre del bolero ya no me mira más, y nadie le mira.
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