_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cambio de fórmula

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

El aumento del paro a lo largo de los últimos doce meses -ya no hay explicaciones estacionales que valgan- nos ha trasladado al pasado porque el crecimiento del número de parados era algo que no se veía en España desde 1993. Examinando las series del desempleo de los últimos diez años hemos podido comprobar que, cuando el PP llegó al poder, la economía española llevaba ya dos años reduciendo la cifra de parados a un ritmo de 200.000 personas al año. Nos hemos dado cuenta de que no era verdad que la reducción del paro hubiera comenzado en 1996, sino que el Gobierno del PP se encontró con una economía que estaba reduciendo el paro. Por el contrario, si ahora entregara el testigo a un nuevo Gobierno, le dejaría una economía que está destruyendo empleo.

En las últimas semanas se han publicado más datos que sirven para comparar la economía que se encontró el PP con la situación en que está ahora y que chocan con el discurso oficial. La Fundación de las Cajas de Ahorro nos ha explicado que hasta 1996 en España hubo un importante esfuerzo de aumento del ahorro familiar, mientras que desde entonces no ha cesado de menguar la tasa de ahorro. Las cuentas de España con el exterior muestran una evolución parecida: el PP se encontró al llegar al Gobierno con un sector exterior equilibrado, con un saldo positivo en la cuenta corriente, mientras que el año 2000 -antes del 11 de septiembre y cuando el comercio mundial crecía espectacularmente- España tenía un déficit corriente de más de tres billones de pesetas.

Fórmulas que funcionan en una situación no sirven en otras. Cuando el Gobierno se encontró con una herencia de muchas reformas estructurales, un tipo de cambio competitivo, el maná de la reducción de tipos de interés que vino con el euro y la expansión económica norteamericana más larga de la historia, le bastó con animar a la gente haciéndole ver lo que era cierto: que España iba bien. Entonces pudimos, sin hacer reformas, disfrutar de una buena herencia y de un entorno exterior favorable. Pero ahora el paro no está bajando, sino que sube; el ahorro está en su nivel más bajo de los últimos años, y el déficit comercial y de servicios ha escalado a las cifras más altas de la historia. En esta situación, utilizar la fórmula del pasado -la de animar sin reformar- no va a funcionar. Ya no va a funcionar la fórmula de presentar un Presupuesto con proyecciones rosadas, pero que no incorpora ni una sola reforma estructural del gasto público.

Si el Gobierno quiere dejar a sus sucesores en el 2004 una buena situación económica debe decirle al país que ya no tenemos un entorno exterior favorable y que no podemos seguir sin reformar. Tenemos que pasar de la fórmula de disfrutar sin reformar a la del realismo con reformas. Ya no sirve decir que se está reformando sin reformar de verdad. Ahora no hemos heredado una economía como la de 1996, que había hecho con sufrimiento sus ajustes y que lo único que necesitaba era infundir ánimos a los agentes económicos para disfrutar de los beneficios del ciclo. Porque, desgraciadamente, en los últimos años, y en contra de la propaganda oficial, no sólo no se han hecho reformas estructurales de importancia, sino que en muchos casos se ha aumentado el poder de los oligopolios, se han incrementado los gastos de la Seguridad Social, se han introducido rigideces en el mercado de trabajo y llevamos ya tres Presupuestos en los que no se ha incluido ni una sola reforma de supresión o reducción de gasto público improductivo. Y esto acaba pasando factura.

Es verdad que acometer reformas estructurales es duro, porque los Gobiernos que las hacen sufren los costes de enfrentarse a parte de la población, mientras que los beneficios económicos son recogidos por sus sucesores. Pero España, después de este ciclo que acaba y que hemos disfrutado todos, necesita cambiar de fórmula y volver al realismo y a las reformas, aunque sean otros Gobiernos los que disfruten de los buenos resultados económicos. El Gobierno debería recordar un proverbio africano que dice que 'los pueblos que avanzan son aquellos en los que las personas mayores plantan árboles a cuya sombra no se sentarán ellos'. mfo@inicia.es

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_