Las otras 'manos' de Izaskun
Biología de la UPV se vuelca para que una alumna con una grave discapacidad vaya a clase
El aula donde estudia Izaskun está en la primera planta de su facultad. No es casualidad. Es una decisión tomada por el decanato pensando en ella; para hacerle algo más fácil la vida. Esa vida que, fuera de casa, transcurre prácticamente desde siempre en un silla. Como no puede desplazarla por sí misma, sus compañeras de clase, amigas también, la empujan pasillo arriba y pasillo abajo hasta clase o a la cafetería. La llegada el pasado 1 de octubre de Izaskun a la Facultad de Ciencias de la Universidad del País Vasco (UPV), con el resto del alumnado de primero, ha involucrado a mucha gente de todos los estamentos universitarios.
Izaskun, que tiene 18 años y se apellida Heras, sufre desde que era un bebé una enfermedad de nombre extraño, aciduría glutárica, que ha dañado su sistema motor en un 75%, pero no su capacidad intelectual. En la UPV estudian otros alumnos con discapacidades. Pensando en ellos, la UPV aprobó el pasado septiembre el Plan de Integración de la Comunidad Universitaria con Discapacidades, un compromiso electoral del rector Manuel Montero, que pretende 'garantizar la igualdad de oportunidades para el acceso al conocimiento a todas las personas con capacidad intelectual suficiente'.
Es el caso de esta vizcaína. Sabe que la carrera que ha elegido, Biología, es muy dificultosa para alguien que, como ella, siempre ha necesitado que otra persona le prestara sus manos para valerse. Durante su etapa escolar, una auxiliar pagada por el Departamento de Educación, cumplía esa función en el colegio privado concertado donde estudió.
Pero esa opción no existe en la educación universitaria. De modo que el primer día de clase, la madre de Izaskun y varios responsables de la facultad explicaron en el aula los problemas de la alumna y preguntaron a sus compañeros si alguno estaría dispuesto a convertirse en sus manos o sus pies para tareas concretas: coger apuntes, trasladarle por el campus, hacerle compañía en los descansos entre clase y clase y acompañarle en las prácticas de campo.
La respuesta sorprendió a todos. Veinte alumnos (19 chicas y un chico, la mayoría de los cuales jamás ha militado en una ONG) se apuntaron a participar en esta red solidaria indispensable para que su compañera vaya a la universidad. 'Es lo mínimo que podíamos hacer; si no le ayudásemos, estaríamos negándole la posibilidad de estudiar la carrera', afirma una de las voluntarias.
Izaskun, que cumplía todos los requisitos para matricularse en Biología, se decidió por esta titulación incluso contra la opinión de sus asesores pedagógicos, su hermano y hasta su madre. Todos intentaron convencerle de que una carrera de letras carecía de muchos de los obstáculos que para ella conllevarán las prácticas, un capítulo indispensable en la formación de una futura bióloga. Su discapacidad motora le imposibilitará, por ejemplo, algo tan básico para un estudiante de su facultad como diseccionar una lagartija. Izaskun disfruta del momento: este cuatrimestre no hay prácticas. 'Cuando lleguen, llegarán', explica dejando patente que prefiere no pensar en ello por ahora. También queda por ver cómo se examinará.
Sus profesores, sabedores de las múltiples dificultades, se las han transmitido a su madre, Maite Prado, en las reuniones que han tenido. Prado ya acudió a la facultad hace más de un año para ver las posibilidades de que su hija acudiera a clase una vez fuera admitida. 'Cumplía todos los requisitos para entrar y tiene perfecto derecho a estudiar aquí. Los profesores estamos haciendo, y haremos, todo lo que razobablemente esté en nuestras manos pero sin olvidar cuáles son las dificultades', explica Fernando Castañares, que imparte matemáticas en primero de Biología.
Una de las voluntarias que le ayudan en el día a día de la facultad explica: 'Al principio cuesta, pero luego no lo ves como una responsabilidad, sino como echar una mano a una amiga'. Izaskun sonríe encantada. 'La Universidad es un mundo distinto al cole; lo más diferente es que ahora tengo amigas. Estoy alucinada de tener tantas amigas', asegura la joven. Su madre recuerda con amargura que en sus últimos años en el colegio, acompañada solo por la auxiliar, sus compañeros le ignoraban.
Un plan recién estrenado
El curso pasado, hubo en la UPV al menos 34 alumnos con dispacacidad motriz, 14 con discapacidad visual y cinco con dispacidad auditiva. Para la vicerrectora de Alumnos, Beatriz Casares, responsable del plan de integración del alumnado con discapacidades, la sensibilización es prioritaria para lograr que este colectivo, 'que no es homogéneo', acceda con normalidad a la UPV. Existen otros casos graves, como el de un alumno con una enfermedad degenerativa que ha empezado una carrera en Álava. Casares quiere promover la coordinación con la enseñanza secundaria para que oriente al alumnado discapacitado hacia las carreras más adecuadas a su perfil y para que la UPV se prepare ante su llegada. Añade que buscará el apoyo de las diputaciones y el Gobierno vasco para aplicar el plan, que incluye múltiples medidas, desde la eliminación de barreras arquitectónicas hasta la instalación de sistemas técnicos en las aulas para facilitarles el aprendizaje.
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