Angustia infantil por las Torres Gemelas
Niños de un taller de pintura de Móstoles representan en dibujos el atentado terrorista de Nueva York
El atentado terrorista del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York ha dejado una huella de acuarelas, lápices y rotuladores a miles de kilómetros, en la intimidad de un aula infantil del centro cultural Caleidoscopio, en Móstoles. El profesor de pintura Salvatore Cibelli, un artista italiano afincado en España desde hace ocho años, pidió a los 20 alumnos de su curso de Creatividad para Niños que expresaran sobre una cartulina las sensaciones que les suscitó el desplome brutal de las torres neoyorquinas. Y el resultado es sobrecogedor: una señora que pide auxilio en inglés desde las torres, aviones que atraviesan los edificios, gente que llora, mucho humo, bomberos, enfermeras, garabatos que gritan.
El profesor les animó a que eligieran sólo uno o dos colores, y los niños, de entre seis y 11 años, se agarraron al rojo, al negro y al azul, como 'reflejo de la angustia que les ha provocado el suceso', a juicio de Cibelli. Varios pequeños pusieron incluso palabras a los dibujos, frases a tono con lo lúgubre de la escena: 'He tenido mucho miedo al ver que moría mucha gente', 'me tiraría por la ventana', 'tengo miedo a que llegue la tercera guerra mundial'.
El experimento propició, además, un pequeño milagro, el de que un chaval con síndrome de Down lograra, por vez primera, reproducir objetos sobre un papel. En concreto, Iván trazó una torre y un avión. 'Lo vio tantas veces en la televisión que consiguió dibujarlo', explica el docente, un pintor italiano que lleva media vida dedicado a propagar el arte como terapia, como vía para 'estimular el desarrollo personal'. Con Iván, el mayor de la clase (22 años), no había obtenido resultados hasta que el maestro le puso frente a la destrucción del World Trade Center. 'Jamás había pintado un objeto, por fácil que éste fuera, ni una manzana siquiera; pero el miedo y la preocupación que todos vivimos el 11 de septiembre le empujaron a hacer un esfuerzo definitivo', subraya el docente.
En inglés
Los 20 niños del taller se tomaron el plan del profesor tan en serio que algunos se ocuparon de consignar las frases en la lengua original de los desgraciados protagonistas. Entre los muñecos horrorizados que pintó Rocío, por ejemplo, hay una señora que grita '¡God [Dios]!'. Otra mujer también pide socorro en inglés en la cartulina de Alba. Sin embargo, esta niña ha asimilado el suceso con más pasión y utiliza mucho el rojo del fuego, mientras que Rocío se decanta por el gris y sólo pinta de rojo el impacto del avión.
Marta, otra compañera de acuarelas, no lo duda: 'Si estubiera [con una impetuosa 'b'] en el lugar de esa gente, me tiraría por la ventana'. A Covadonga le parece que todos los conflictos son el mismo. 'Nueva York está en guerra con los israelíes', consigna equivocadamente sobre el lienzo, y pinta las torres de color gris y, de fondo, un cielo en llamas. María prefiere contar el impacto con palabras, en vez de con dibujos; de hecho, sólo plasma una nube gris y una mancha roja, y se detiene en el mensaje: 'La gente se tira por las ventanas y la que sale tiene un aspecto siniestro. Tienen la ropa blanca y sacan pañuelos por las ventanas. Los familiares están preocupados', relata. Sarao Khtar, una alumna de padre afgano, se abraza al silencio y sólo inmortaliza aviones atravesando largos rectángulos.
El resultado es más estremecedor si se toma en consideración que estos aprendices de pintor sólo dispusieron de hora y media para hacer el dibujo. Fue el trabajo del primer día del curso, en octubre. 'Les puse en la situación de miedo y preocupación que yo mismo estaba viviendo. Era un día en el que no podía hablar de la técnica del carboncillo ni podía ponerles a pintar florecillas, así que les propuse que dibujasen algún detalle del ataque a las Torres Gemelas', recuerda Cibelli. Este pintor de 43 años cree que los trabajos de los alumnos dejan ver 'que los adultos conocen las causas del conflicto, pero ellos no, por lo que su angustia es más fuerte; en cambio, los niños tienen mejor forma de reaccionar que los mayores, porque consiguen desconectar más fácilmente, tienen más distracciones'.
No en vano dice Cibelli que los pequeños pintores no han querido volver a hablar de tan tétrico asunto. 'Al día siguiente les propuse pintar a lápiz un bodegón y lo hicieron encantados', indica. Los padres estaban avisados: 'Ya les advertí de que yo no doy el típico curso de academia, sino que trato de potenciar la capacidad creativa de cada niño. No les propongo sólo copiar un objeto, sino que lo sientan y que pongan algo personal en la copia; para mí la combinación entre el juego y la creatividad debe llevar a la abstracción', justifica.
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