Una elección muy particular
Elegir una sola obra entre una colección que recorre desde el siglo XII hasta el arte contemporáneo es el reflejo del gusto, el resultado de la experiencia personal, o un flechazo. EL PAÍS ha propuesto a conocedores del Museo de Bellas Artes de Bilbao que seleccionen la pieza favorita de sus fondos. El mosaico que forman sus opiniones ofrece la oportunidad de descubrir el museo a través de otros ojos.
- Javier González de Durana. Director de Artium. Retrato del príncipe Felipe Manuel de Saboya (c. 1604), de Juan Pantoja de la Cruz. 'La mirada del observador va y viene del rostro del príncipe a la armadura que porta. Frente a la expresión diáfana de la cara, de una belleza franca y humana, la armadura se muestra compleja, de belleza intrincada y artificial. Preciosismo y complejidad, poder y juventud, delicadeza y fuerza, calor y frío cromáticos son, entre otras, las claves de este retrato, que casi al mismo tiempo es una vanitas a causa de la objetual manera en el que el personaje se presenta: él es su armadura. El príncipe, esplendoroso aquí, moriría al poco de ser retratado, con 19 años'.
- Mari Puri Herrero. Artista. Retrato del poeta Moratín (1824), de Francisco de Goya. 'No diría que es el mejor cuadro, pero sí uno de los de primera fila. Pero si lo elijo es por flechazo. La presencia del personaje me engancha. El pintor se puso delante de un amigo y captó la atmósfera. Si me pongo a pensar, me interesa que se enmarca en una época, pero resulta atemporal. Técnicamente muestra una gran sobriedad de medios, sin ninguna concesión a la galería. Me gusta que tenga algo de aguafuerte'.
- Petra Pérez. Galerista. El arca de Noé. Tabla anónima. (Último tercio del siglo XIII). 'Cada vez que vuelvo al Museo, me detengo a verla de nuevo. Está unida a los recuerdos infantiles del museo y el parque. Es una tabla que puedefuncionar junto a piezas de arte contemporáneo. Es la diferencia entre el arte y la decoración o la moda: sirve en cualquier época. Y es una obra anónima, lo que demuestra que el nombre del autor sólo importa al mercado, no al arte. Tiene la simpleza de las cosas hechas con sentimiento'.
- Jorge de Barandiarán. Ex director del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Retrato de Felipe II (c. 1549-1550), de Antonio Moro. 'Era un cuadro propiedad de Lord Spencer, el padre de la princesa Diana [de Gales]. El museo no tenía obra del autor, así que propuse la compra y se aceptó. Fue poco después de la adquisición del retrato de Doña Juana de Portugal, de Sánchez Coello, en el que lleva un medallón con la efigie de su hermano Felipe II, tomada del cuadro de Moro. Se supone que es el retrato de boda'.
- Javier Riaño. Director de Bilbaoarte. Conservation piece, cum tifin (1951), de José María Ucelay. 'Es un retrato de los pintores vascos Genaro de Urrutia y Juan de Aranoa, y detrás de ellos aparece el propio Ucelay pintando. Me gusta por su vinculación con los clásicos y por los juegos de espacios que crea; son cinco planos sucesivos, en los que el cuadro te cuenta una historia. Es un planteamiento muy contemporáneo'.
- Pilar Aresti. Presidenta de la comisión de Amigos del Museo Guggenheim. El baile de los capellanes (hacia 1830-1840), de Antonio Esquivel. 'Entre las muchas obras del museo que me vuelven del revés, hay dos pequeños cuadros que me parecen exquisitos: El café y El baile de los capellanes. En general, en pintura tengo predilección por los interiores. Estas obras de Esquivel, costumbristas, ofrecen un retrato del ambiente del Madrid de la época, realizado por un gran pintor, muy fiel a la tradición de la pintura española. No son las mejores obras del museo, pero son unas pinturas cercanas, accesibles, con las que resulta fácil convivir'.
- Iñaki Azkuna. Alcalde de Bilbao. El puente de Burceña (c. 1925-1930), de Aurelio Arteta. 'Ahora que el museo se renueva, ardo en deseos de volver a ver mis cuadros, sobre todo El puente de Burceña o la alegría de La condesa de Noailles, en contraposición a la seriedad de Doña Adela de Quintana, ambas de Zuloaga, para acabar el itinerario con una sonrisa en la boca observando aquella langosta espléndida en un cuadro de Ucelay y cerrar el periplo con el tétrico Mujeres de la vida, de Gutiérrez Solana'.
- Asun Goikoetxea. Artista. San Sebastán asistido por Santa Irene (1621), de José de Ribera. 'Lo que más me inquieta en esta pintura son las manos, porque creo que resumen el tratamiento de la luz y de las sombras en sus diferentes posiciones. San Sebastián, en posición casi yacente, absorbe toda la luz y la nitidez de la escena, pero el sentido religioso del cuadro se vuelve menos evidente al observar las delicadas manos de santa Irene, que toca una de las flechas para moverla. Su gesto, no sé si de bordadora o de cirujano, manipulando la flecha en el costado de San Sebastián, me intriga. Es deliciosa esa ambigüedad luminosa'.
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