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Columna
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El tuerto

Paul Krugman

He leído en alguna parte que para comprender verdaderamente la legislación uno tiene que buscar la cláusula que da especial consideración a los hombres tuertos, barbudos y cojos, es decir, hay que buscar la disposición que convierte un proyecto de ley con un propósito público en un regalo a intereses especiales.

La mayoría de los comentarios sobre la ley de 'estímulos' aprobada por el Congreso la semana pasada se centran en las enormes ventajas que concede a las empresas gigantes. Pero eso no nos dice nada acerca de los intereses concretos a los que sirve. Lo que es bueno para las empresas de Estados Unidos es bueno para General Motors; sería difícil diseñar una ley que consistiese principalmente en regalos a las empresas sin dar mucho dinero a las más grandes. Para comprender de qué trata realmente la ley, es necesario ver las grandes compensaciones que recibirán las empresas no tan grandes.

Los grandes ganadores de la ley de 'estímulos' parecen ser las empresas que ofrecieron grandes donativos al Partido Repúblicano

Una parte de la ley está diseñada específicamente para beneficiar a un pequeño grupo de empresas financieras multinacionales. Otro está claramente ahí en beneficio de algunas aseguradoras médicas. Pero lo más notable es qué parte del beneficio de la revocación del impuesto mínimo alternativo -una medida que también se incluía en el supuesto plan de estímulo del Gobierno de Bush, y que parece ser una de las prioridades claves del Ejecutivo- va a parar a empresas que no son tan grandes.

Por ejemplo, no es demasiado sorprendente que los cálculos realizados por Citizens for Tax Justice muestren que General Motors, con sus 380.000 trabajadores, obtiene un cheque por 800 millones de dólares (941 millones de euros). Pero es bastante sorprendente que TXU (antes Dallas Power and Light), una empresa con sólo 16.000 trabajadores, obtenga un cheque por 600 millones (705 millones de euros). Y hay una serie de medianas empresas que, como TXU, están en la cola para conseguir beneficios sorprendentemente elevados. Entre ellas se encuentran Chevron Texaco, Enron, Phillips Petroleum, IMC Global y CMS Energy. ¿Qué tienen todas en común?

Bien, tienden a ser empresas de energía o de minería; y tienden a estar domiciliadas en Tejas o cerca de Tejas. En otras palabras, el tuerto barbudo y cojo se parece mucho a Dick Cheney.

Hay casi con seguridad una gran coincidencia entre las empresas que van a obtener grandes beneficios de la eliminación del impuesto mínimo alternativo y aquellas que habrían recibido grandes subvenciones bajo el plan de energía diseñado por el grupo de trabajo de Cheney. Recordarán que el Gobierno, en claro desafío a la ley, se negó a poner a disposición del Congreso las actas de las reuniones de ese grupo de trabajo; es una de las cuestiones que parece haber quedado olvidada después del 11 de septiembre.

Y supongo que es superfluo señalar que los grandes ganadores de todo esto parecen ser las empresas que ofrecieron grandes donativos unilaterales al Partido Republicano en las pasadas elecciones. (Esto no da a entender que los demócratas sean menos susceptibles a la influencia del dinero).

A mí, la historia del Gobierno de Bush está empezando a parecérseme al argumento de Víctor o Victoria. Primero teníamos un candidato supuestamente moderado. Después descubrimos, o creímos descubrir, que era una careta; en realidad era un conservador estricto que fingía ser moderado para llegar al poder.

Pero las últimas propuestas económicas del Gobierno, como el plan energético de Cheney, no parecen proceder de verdaderos partidarios del libre mercado. No tienen sentido ni desde el punto de vista de las políticas de actuación sobre la demanda ni de las políticas de actuación sobre la oferta, pero dan un montón de dinero a ciertas empresas. Por lo tanto, quizá la ideología sea sólo otra careta de alguien que en realidad era el candidato de las empresas -no de las empresas en general, sino de un pequeño grupo de empresas con un conjunto de intereses empresariales bastante concretos- y que sólo finge ser un conservador estricto que fingió ser un moderado para llegar al poder.

Es una película interesante y perfectamente creíble. Pero es una película que la mayoría de la gente no estaría dispuesta a ver en su televisor, y que la mayoría se negaría a aceptar a pesar de lo convincentes que fuesen las pruebas. Eso, por supuesto, es lo que hace que todo el asunto sea posible. En el país de los ciegos, el tuerto, barbudo y cojo es el rey.

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