El fin de la privacidad
Entre privacidad y seguridad, los norteamericanos, primero, y los europeos, después, han optado por la segunda. El valor de lo privado era consustancial a la cultura norteamericana, pero poco a poco, con el incremento de las medidas de seguridad ciudadanas y los rastros electrónicos que dejamos al alcance del Estados o las empresas, el mundo de lo íntimo ha ido pasando de ser una ciudadela a convertirse en un paraje sin apenas barreras. No se diga ya lo que va suceder a partir de ahora y en la persecución internacional del terrorismo.
En Estados Unidos no existe el documento nacional de identidad, y esta falta ha sido vivida como un orgullo de libertad. Ahora, sin embargo, hasta un 68% de los norteamericanos apoya la idea de su implantación si con eso se consigue controlar mejor a los terroristas. Esta respuesta, recogida en un sondeo realizado entre el 19 y el 24 de septiembre pasado, denotaba la alta temperatura del pavor. Un 81% de los consultados apoyaba también una más estrecha exploración de las transacciones con la tarjeta de crédito, y un 86% celebraba la instalación de sistemas de detección facial en los aeropuertos, estaciones o cualquier otro lugar público.
El mito del sujeto privado, liberado de controles o vigilancias en la gran ciudad, sin observación sobre sus ideas, sus consumos o sus vicios, ha saltado en pedazos
En el barrio de Newham, en Londres, donde viven 250.000 personas, mayoritariamente de origen extranjero, se han instalado 300 cámaras callejeras
El mito del sujeto privado, liberado de controles o vigilancias en la gran ciudad, sin observación sobre sus ideas, sus consumos o sus vicios, ha saltado en pedazos. Hay especialistas, como Reg Whitaker, que han anunciado ya 'el fin de la privacidad', asegurando que todo intento de recuperar los niveles de intimidad de los años setenta está convertido en una quimera.
En los noventa, el 82% de la población norteamericana se declaraba preocupada por la pérdida de privacidad (de ahí la película Enemigo público y otras), pero hoy la batalla no es ésta. Todas las leyes de protección de datos que fueron aprobadas en los diferentes países se quiebran ante la nueva situación de democracia policial. En Estados Unidos, el más orgulloso de la individualidad, ha crecido una demanda de protección que incluso aplaude la antes temida tecnología del FBI llamada Carnivore, capaz de rastrear correo electrónico, mensajes instantáneos y llamadas telefónicas digitales.
Medidas legislativas
Y no sólo en Estados Unidos. Los sucesos del 11 de septiembre han acelerado la toma de medidas legislativas contra el terrorismo internacional que afectan a los derechos de privacidad tanto en Europa como en Estados Unidos. En el Reino Unido, las compañías aéreas tendrán el deber de informar sobre la lista de pasajeros y permitirá a la policía congelar cuentas sospechosas. El Ejecutivo francés de Lionel Jospin ha decidido permitir -hasta 2003- registros de vehículos sin permiso judicial y cacheos en lugares públicos, más la obligación impuesta a los proveedores de Internet y otras empresas de telecomunicaciones para que conserven durante un año las huellas de uso de los clientes. En Italia o en España, las nuevas medidas contra el terrorismo (más los poderes concedidos al CNI, el nuevo Cesid) incidirán sobre las antiguas protecciones de la confidencialidad. En Estados Unidos, cualquier inmigrante podrá ser detenido durante siete días si el fiscal general o la autoridad de inmigración lo consideran sospechoso de vinculación terrorista; un único permiso judicial permitirá intervenir todos aquellos teléfonos que pueden ser usados por un sospechoso, y lo mismo se aplicará a la vigilancia sobre Internet. Por no hablar de la extensión de las cámaras de videovigilancia, que siguen el proyecto piloto de Gran Bretaña.
En Gran Bretaña, según contaba L'Express, el visitante que acude al barrio de Newham, en Londres, debe saber que no cuenta con ninguna posibilidad de pasar inadvertido. En cada esquina aparece un panel donde se dice: 'Atención: sistema inteligente de videovigilancia'. Trescientas cámaras callejeras han sido instaladas en esta comunidad de 240.000 habitantes -mayoritariamente, de origen extranjero-, transformada en un plató de Gran Hermano. Con el nombre de FaceIt -'mírale la cara'-, los dispositivos aíslan los rostros de la muchedumbre a través de las cámaras y los descompone en una serie de coordenadas numéricas, tomando los ojos como puntos clave. Cada perfil descodificado de este modo es comparado con los ficheros de los delincuentes que se encuentran en la lista de búsqueda policial, y la máquina hace sonar una alarma en el caso de coincidencias. Este sistema es el que en EE UU se conoce como facial-recognition software, y ahora tiene la aceptación del gran público.
Sistemas de identificación
Visionic y Viisage, las dos firmas norteamericanas que comercializan estos sistemas de identificación, han visto triplicarse el valor de sus acciones desde el 11 de septiembre, y las demandas no cesan de crecer. Tras Newham, la ciudad de Birmigham se ha equipado el pasado abril, igual que la policía de Tampa, en Florida, que ha instalado este sistema en un barrio conflictivo de la ciudad después de haber sido experimentado en la final de Superbowl. Por su parte, en Francia se ha aprobado un programa llamado Prismatica, que detecta automáticamente los movimientos sospechosos y los comportamientos potencialmente delictivos en el metro, se trate de gente que atraviesa las vías, camina en sentido opuesto o permanece más de cuatro minutos inmóvil en el andén.
La modernidad era 'iluminada', pero la posmodernidad aspira tendenciosamente a ser transparente. En la economía, en la política, en la moral, en el sexo, el suceso es contemporáneo si posee la condición de la transparencia, exasperado por convertirse, y más desde la matanza terrorista, en el reino de la diafanidad.
Hasta ahora, la mayoría de la gente ha aceptado la necesidad de facilitar alguna información propia para votar, para trabajar, para comprar, emprender un negocio, hacerse socio de un club o incluso tomar en préstamo un libro. Pero ejercer un control sobre quien conoce algo sobre uno mismo ha aparecido como un derecho elemental de la sociedad civilizada y democrática. Porque sin el derecho a quedarse solo sin la vigilancia o las importunidades del Gobierno o de la sociedad, otras libertades civiles y políticas parecen frágiles. Tan frágiles como amenazadas ahora por el aumento de la vigilancia que provoca la lucha antiterrorista y que puede convertir la pérdida de la privacidad en uno de los más importantes cambios de nuestro tiempo.
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