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Columna
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El pacto de Estepona

La noticia política de la semana en Andalucía ha sido, sin lugar a dudas, el anuncio de la presentación de una moción de censura en el Ayuntamiento de Estepona pactada por concejales del PP con concejales que concurrieron a las elecciones en las listas del GIL.

No es la primera vez que se produce un acercamiento entre el PP y el GIL. En el Ayuntamiento de La Línea ya se produjo una maniobra confusa de naturaleza similar hace unos meses. Lo nuevo y lo grave en esta ocasión es que se rompe formalmente el pacto anti-GIL que había sido suscrito por todos los partidos del arco parlamentario en Andalucía. En La Línea la mayoría superabsoluta que había obtenido la lista del GIL no hacía necesaria la ruptura del pacto anti-GIL, para que el PP se hiciera con la alcaldía, sino que bastaba que los concejales del GIL se incoporaran al PP una vez que hubieran pasado por la estación del grupo mixto. En Estepona, por el contrario, el PP que dispone de cuatro concejales sólo podía hacerse con la alcaldía mediante la presentación de una moción de censura, que únicamente podía prosperar con un acuerdo expreso con los concejales del GIL. Es lo que se ha formalizado esta semana.

'Después del Pacto de Estepona se puede empezar a entender actitudes de otra manera incompresibles, como la del Fiscal General del Estado en el robo de los sumarios de Marbella'

Desde un punto de vista material lo ocurrido en La Línea no es muy distinto de lo ocurrido en Estepona. En ambos casos nos encontramos ante maniobras del PP en conjunción con el GIL para que el primero acabe controlando determinados ayuntamientos al margen de la voluntad expresada en las urnas por los ciudadanos. Pero desde una perspectiva formal sí hay una gran diferencia. En La Línea no se tuvo que romper el pacto anti-GIL para alcanzar el objetivo. El PP en La Línea podía tirar la piedra escondiendo la mano. En Estepona el PP sólo podía alcanzar el objetivo tirando la piedra sin esconder la mano. No le ha importado hacerlo.

Esto es lo nuevo y lo grave. En democracia la forma es el fondo. La democracia es una forma política representativa en un doble sentido. Lo es, en primer lugar, porque quienes toman las decisiones políticas y crean las normas jurídicas para la comunidad son representantes de los ciudadanos democráticamente elegidos por éstos en consultas periódicamente repetidas. Pero lo es, en segundo lugar, porque los representantes son los actores de una representación pública a la que tenemos derecho a asistir todos los ciudadanos. La democracia tiene que ser escenificada permanentemente. Esto es lo que diferencia a la política en democracia de la política en regímenes no democráticos, en el que el secreto es la norma y la publicidad la excepción. En democracia no se puede hacer lo que no se puede escenificar. Y a la inversa. Únicamente se escenifica aquello que se considera que se puede hacer.

Este es el significado de la presentación de la moción de censura en Estepona. El PP considera que está en condiciones de escenificar públicamente un acuerdo con el GIL y de romper como consecuencia de ello con todos los demás partidos democráticos. Ya no es preciso pactar de manera encubierta, sino que puede hacerse públicamente. El pacto de Estepona da credibilidad a la acusación que se le hizo al PP de que estaba pactando con los concejales del GIL en La Línea. ¿Cómo no va a haber pactado en La Línea de manera subrepticia cuando está dispuesto a hacerlo en Estepona a las claras?

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Justamente por esto, porque se trata de una decisión política de la máxima transcendencia, sólo puede haber sido adoptada por la dirección nacional del PP. La decisión de escenificar públicamente la ruptura de un pacto suscrito por todos los partidos del arco parlamentario es de tanta gravedad, que no puede ser adoptada no ya localmente, sino ni siquiera regionalmente. El pacto de Estepona no lo podría haber autorizado siquiera Teófila Martínez, sino que únicamente puede haber sido autorizado por Javier Arenas. Teófila Martínez podría haber desautorizado el pacto, pero no aprobarlo. La desautorización de una decisión local de esta naturaleza puede hacerse a escala regional. Pero su autorización sólo puede hacerse por la dirección nacional. Es lo que ocurrió en el PSOE cuya dirección regional expulsó a los concejales de Manilva que accedieron al control del ayuntamiento de la mano de los concejales del GIL. En un asunto tan grave como es este de la ruptura de un pacto de todos los partidos democráticos frente a un partido al que se considera que no lo es, ningún partido puede aceptar que se adopten decisiones localmente. Si se aceptan, como se ha aceptado el Pacto de Estepona es porque han sido tomadas al máximo nivel.

El Pacto de Estepona es la confirmación de que hay negociaciones entre el PP y Jesús Gil. Después del Pacto de Estepona se puede empezar a entender actitudes de otra manera incomprensibles, como la del Fiscal General del Estado en el robo de los sumarios en los juzgados de Marbella este verano. Y lo que todavía no vemos pero acabaremos viendo. En la Mancomunidad de la Costa del Sol, en el propio ayuntamiento de Marbella antes de las próximas elecciones y en las eventuales medidas de gracia que se puedan poner en práctica en su día a favor de Jesús Gil una vez que los tribunales de justicia hayan dictado sentencias firmes. El Pacto de Estepona es la expresión de un contrato mucho más amplio con un personaje siniestro, de cuyas cláusulas iremos teniendo conocimiento a medida que se vayan ejecutando.

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