¿Por qué Montjuïc?
¿Por qué este interés por Montjuïc? Porque existe, está aquí, aunque a veces no lo veamos. Montjuïc son 500 hectáreas de superficie urbana (un 5% del total del territorio de la ciudad) que pueden dar mucho más de sí.
Hace poco decía Peter Rowe, decano de la Universidad de Harvard -una mirada internacional- que el Tibidabo era el centro verde de la ciudad metropolitana, y lo es. Pero entonces, ¿cuál es el papel de Montjuïc? Parece obvio que Montjuïc debería ser el parque de la Barcelona estricta y de los municipios que nos acompañan del lado del Llobregat. ¿Ejerce hoy esta función?
Una amiga griega me explicaba el otro día la inseparable vinculación de Atenas con su Acrópolis. Fue desde ella, por ejemplo, que Egeo, padre de Teseo, se tiró al mar al creer que su hijo había sido devorado por el Minotauro de Creta, suceso que sirvió para bautizar esta parte del Mediterráneo. La Acrópolis desde siempre ha sido el promontorio -de 100 metros escasos- al que subían los atenienses para desde allí, ver y entender su ciudad. No es de extrañar, pues, que fuera y sea todavía un lugar de culto a los dioses. Gracias a Pericles la acrópolis se vistió de templos y edificios majestuosos que merecieron la calificación de 'la pus rica joia que al món sia', de nuestro Pere III, precursor en estas admiraciones hoy tan extendidas. Pues Montjuïc, con sus 173 metros de altura, es nuestra Acrópolis, nuestra pequeña ascensión para revelar la ciudad y para rendir culto a la divinidad que, en estos tiempos laicos que corren, bien podría ser la propia naturaleza.
Montjuïc recibe cada año 12 millones de personas, turistas, barceloneses, gentes metropolitanas que aprovechan su oferta cultural, deportiva y hasta económica (la Fira) y ciudadana (el cementerio), pero que no son paseantes ni miran alrededor ni se detienen sobre las magníficas vistas de Barcelona, del puerto y del mar. Las estadísticas dan algunas pistas: dicen, por ejemplo, que en Montjuïc se invierten los hábitos de movilidad de los visitantes: mientras los desplazamientos a pie son semejantes a los de la ciudad -un 30%-, los desplazamientos en transporte privado se elevan a un 50% en Montjuïc en comparación al 30% de la ciudad. Esto significa que la montaña no ejerce como parque sino como carretera. Dicen más: dicen que si dividimos Montjuïc en tres sectores, de abajo a arriba, es en la base donde se concentra la mayor parte de visitantes, y que éstos se diluyen a medida que subimos, para acabar siendo poquísimos en la tercera corona, la cima. Es cierto que en la cumbre hay menos oferta, y es un dato a retener, y lo es también que Montjuïc penaliza el desplazamiento a pie.
Esta cumbre será el núcleo del nuevo parque de Montjuïc, que bajará infiltrándose entre las instalaciones deportivas, culturales y de ocio, unificándolas en una trama común, creando un continuo tejido verde paseable. Esto implica crear nuevos jardines, allá donde antes había atracciones y aparcamientos, y ordenar áreas verdes, como por ejemplo la existente en una parte de los acantilados del Morrot, una de las pocas zonas naturales que quedan en Montjuïc y un importante activo para la ciudad. Habita allí una colonia de cernícalos, aves rapaces que han instalado sus nidos en el fondo de una cantera abandonada que comparten con conejos y mirlos solitarios, y que mediante puntos de observación estratégicos podrán ser conocidos por todos nosotros. Esta complejidad es Montjuïc.
Pero Montjuïc no puede, ni debe ser, sólo naturaleza. Es naturaleza acompañada, como si fuera una continuidad de la ciudad misma, donde los usos se superponen, se complementan, se enriquecen mutuamente. En Montjuïc hay complejos culturales como la Fundación Miró, el MNAC, la Fundació La Caixa en Casarramona, la Ciutat del Teatre, el pabellón Mies van der Rohe, el museo de Arqueología; deportivos como el anillo olímpico o las piscinas Picornell; complejos universitarios, como el INEFC y el Instituto del Teatro, además de lugares tan significativos como el Poble Espanyol, el castillo -que tiene una gran potencialidad-, piscinas, pistas deportivas, tantas cosas.Pero Montjuïc también es gente, personas que tienen que poder moverse por la montaña y llegar a donde quieren llegar, y personas que en cambio querrán que les descubran rincones nuevos -el camino del Faro-, que les enseñen itinerarios específicos para descubrir el parque, como las canteras, las ermitas, las fuentes, las plantas. Esto es Montjuïc: esa contradicción a resolver entre el paseo y la actividad, entre el jardín y el concierto, entre el equipamiento y la naturaleza. El Plan Director de Montjuïc quiere dar, a este universo multifacético, una unidad. En especial la unidad de visión, para poder pensar la montaña de forma global y concitar sinergias entre tantos 'vecinos' que aquí operan, a veces en el mismo terreno, a veces 'compitiendo' por el espacio o la movilidad. Montjuïc es hoy un reto para Barcelona y mañana será, estoy seguro, un regalo. Una sorpresa.
Entre las responsabilidades del Plan Director hay una inmediata: impulsar las intervenciones que están en proceso de ejecución: restauraciones, nuevas realizaciones, aprovechamiento de terrenos ahora vacíos... un total de 21 actuaciones ya están en marcha. Estamos haciendo, además, intervenciones de urgencia en aquellos rincones que presentaban problemas concretos, ya fuera de incendios o de asentamientos espontáneos. Hemos convocado un concurso para ordenar las cumbres de Montjuïc, los accesos y la movilidad interior, que tiene que potenciar definitivamente el transporte público, ligero y sostenible. Este plan global de Montjuïc se beneficiará, solamente en los tres próximos años, de una inversión de más de 5.000 millones de pesetas. La gerencia del Plan Director está trabajando en varios frentes, ahora unificados en un objetivo: hacer de Montjuïc el parque central de Barcelona, nuestra 'Acrópolis verde'. Un lugar repleto de historia, de naturaleza, de atractivos, de futuro.
Antoni Falcón, gerente del Plan Director de Montjuïc.
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