La pintora modernista
Antes de las vanguardias, antes de Maria Blanchard o Maruja Mallo, aparecen muy pocas mujeres pintoras en la historiografía del arte español. En el modernismo catalán, por ejemplo, la mujer es uno de los grandes temas de pintores como Ramon Casas o Santiago Rusiñol, pero no había noticias de pintoras profesionales o, en todo caso, las escasas excepciones aparecían casi como notas a pie de página. La situación cambió hace siete años, cuando Marcy Rudo, investigadora estadounidense afincada desde hace años en Barcelona, publicó en catalán la biografía de Luisa Vidal (Barcelona, 1876-1918). Era un libro reivindicativo que descubría a una mujer voluntariosa y dotada que estudió, trabajó y vivió de la pintura como sus colegas masculinos, algo muy inusual en su época.
LUISA VIDAL, PINTORA
Retrospectiva de pinturas y dibujos Centro Cultural de la Fundación La Caixa en Granollers Hasta enero de 2002. Después se presentará en Vic, Lleida y Girona.
Hija de un ebanista modernista relacionado con los grandes arquitectos de la época, Luisa creció en un ambiente refinado y culto, además de burgués y católico, en el que todos los hermanos aprendieron algun oficio artístico. Estudió en París y a su vuelta, en 1903, comenzó a exponer de forma regular en Barcelona, y obtuvo en algunos casos elogiosas críticas en las que, como escribía el crítico Raimon Casellas, se ensalzaba la 'virilidad' de su pintura. Luisa Vidal pudo vivir gracias a los retratos de encargo, las colaboraciones que realizaba como ilustradora en Feminal, una revista feminista de carácter conservador, y a la enseñanza. Falleció a los 42 años durante una epidemia de gripe. Después, el silencio.
La historia era fascinante, pero tenía el inconveniente de que no se podía contrastar la calidad ni el interés de sus obras, ya que desde 1919 no se había vuelto a realizar una exposición monográfica de sus pinturas, desperdigadas en gran parte en colecciones particulares de dentro y fuera de España. Aquel libro, sin embargo, tuvo su efecto ya que facilitó que la estudiosa pudiera reunir las 66 obras que se presentan en una exposición que itinerará por distintas ciudades catalanas.
La muestra descubre a una pintora más que correcta -algunas de sus pinturas, pese a las diferencias entre ambos, se intentaron vender con la firma de Casas-, que domina tanto la pintura al aire libre -se incluyen buenos ejemplos de pintura costumbrista- como el retrato más convencional. Con todo, son las escenas domésticas y los retratos de algunas de las feministas de la época, como Carme Karr o Dolors Monserdà, las que mejor reflejan esta 'otra' mirada que buscaba Rudo.
La de Luisa Vidal no es una pintura de la categoría de la de Blanchard o de Goncharova. El suyo no es un arte de vanguardia, pero tampoco lo era el de la inmensa mayoría de sus colegas pintores que, sin embargo, sí han merecido el reconocimiento académico. Es desde esta perspectiva que la reivindicación de Vidal tiene valor, por lo incomprensible de su invisibilidad.
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