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Columna
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Bajeza al canto

En la sesión de control y choteo de las Cortes Valencianas, el presidente de la Generalitat elogió a un desconocido paseante, que resultó llamarse Morey, a quien, en un inspirado pronto, nombró y, en otro, desnombró, asesor de ni se sabe qué. Y le faltó un pelo para erigirle una estatua al valenciano desconocido: 'Hay personas que pueden ayudar a la Comunidad a cambio de nada, que tienen interés en defender a su tierra sin una misión específica y sin retribución'. Seguro de que, con esa retórica, había conjurado las dudas sobre sus presuntas y folletinescas relaciones con Gescartera, pretendió poner al margen de la ley a sus adversarios. Y no hay mejor defensa, que la insidia. Entonces el presidente Zaplana perpetró una bajeza, que lo ha colocado en su lugar: no en el evanescente centro, ni en el moderado conservadurismo, sino en la reacción y aun más allá.

El presidente que es de todos y no de sus votantes, le reprochó a Ximo Puig ciertos pagos a quienes colaboraban con el Partido Socialista y 'hacían informes que no existen'. Zaplana esparcía así unas insinuaciones venenosas, que lo despojaban no solo de su condición institucional, sino de sus cuestionables principios digamos solo liberales. Esas insinuaciones atentaban contra José Luis Pitarch, uno de los referentes éticos y democráticos valencianos, que se enfrentó a la dictadura, con riesgo de su carrera militar, su libertad y su integridad. José Luis Pitarch recibió el encargo de redactar, en 1991 y 1992, cuando Lerma, un estudio sobre Política de orden público en España durante los últimos 200 años, por 1.250.000 pesetas; y otro titulado Perspectiva histórica y panorámica de la situación actual de El Salvador, por 1.500.000 pesetas. Cantidades modestas de las que le dedujeron el 15%, y con las que se financió desplazamientos y gastos. Y cumplió. Verter una insinuación tan grave que implica a quien ha demostrado sobradamente su honestidad y los propósitos que informan una trayectoria humana y social impecables, sorprende e indigna, y es impropia del jefe del Ejecutivo valenciano.

José Luis Pitarch, capitán destinado en Bétera, perteneció a la Unión Militar Democrática (UMD), organización clandestina creada en 1974, 'como respuesta al régimen dictatorial castrense y que propugnaba la equiparación de España al modelo democrático de la Europa Occidental'. Varios de sus compañeros fueron condenados a distintas penas en Consejo de Guerra. Pitarch -'me previno Manolo Broseta', recuerda- estuvo bajo sospecha del golpista Milans del Bosch, quien lo metió en el calabozo, en repetidas ocasiones, hasta que se lo quitó de encima, en 1978. En 1985, pasó a la reserva con el grado de comandante. Periodista y profesor asociado del Departamento de Derecho Constitucional y Ciencia Política, en Valencia, continúa desinteresadamente, con su talante vehemente, en la defensa de las gentes y los pueblos oprimidos. La Unió de Periodistes le concedió el premio a la Libertad de Expresión, y mereció el nacional de Derechos Humanos, en 1983. En las últimas elecciones, fue candidato al Senado por Esquerra Unida. Zaplana debería reflexionar y proceder en consecuencia. Eso si le queda conciencia y no le hace ascos a la memoria histórica. Y se ahorra la estatua. A Pitarch se le conoce y no le va eso.

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