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Reportaje:BARRANCO DE LA HOZ | EXCURSIONES

Los mil usos de la roca caliza

Pastores, caminantes, escaladores y aves comparten este bello cañón de Viana de Jadraque, en Guadalajara

Viana de Jadraque es una aldea del entorno de Sigüenza cuyos pocos habitantes -64 y bajando- atalayan la confluencia del arroyo del Prado con el río Salado desde sencillas casas de piedra caliza sin labrar. Dicha piedra, extraída durante siglos de un cercano barranco -el de la Hoz, de Viana o del Gamellón: el Barrancazo para los amigos-, es la misma que se empleó en el Palacio de Correos de Madrid -inaugurado en 1919 y jocosamente bautizado por su arquitectura nada sencilla como Nuestra Señora de las Comunicaciones- y la misma que los escaladores trepan hoy por vías como Asesina rutina, El acabóse o El tocho del váter. Una roca y tres destinos.

A la entrada de Viana, junto al viejo lavadero, nos recibe bulliciosa la fuente de los Cangrejos, cuyos caños son dos crustáceos de plata que fueron donados en 1933 por Mauricio Caballero, nativo de Viana empleado a la sazón en una joyería madrileña. Hasta hace 40 años, según los vecinos, se cogían cangrejos a capazos con sólo sumergir una cesta entre las ovas del arroyo cabe la fuente del Pradillo, en cuya alameda eran asados ipso facto. Pero luego los herbicidas y una enfermedad contagiada por los cangrejos americanos dejaron a Viana sin aquellos manjares autóctonos, y para más inri, algún gamberro fue y les cortó los bigotes a los de plata.

Siendo antaño los pueblos más pobres que hogaño, eran más ricos sus cultivos, sus montes y sus ríos

Por la calle de detrás de la fuente, nos echamos a andar con la cabeza llena de tristes pensamientos cangrejiles, no sin dejar por ello de advertir una singularidad de Viana: las bodegas excavadas por doquier, recordatorio de una época en que se cultivaba la vid -¡a 844 metros de altitud y con una temperatura media anual de 9,8º!- y el morapio, después de cocido, se conservaba en ellas. Hoy sólo se usan para guardar patatas. Lo que, sumado a anteriores cavilaciones, nos da la paradoja de que, siendo antaño los pueblos más pobres que hogaño, eran más ricos sus cultivos, sus montes y sus ríos, y más variados los quehaceres y los ocios del campesino.

Al acabarse la calle pavimentada, salimos del pueblo dejando a la izquierda la carnecería (sic) por un camino de tierra que discurre junto a labradíos -mañana, campos de girasoles y cereales- y, sin tomar ningún desvío a la diestra, llegamos en media hora a la fuente del Pradillo. Tres chorros gruesos como brazos surte este manantial del arroyo del Prado, a la sombra de ancianos chopos de troncos verrugosos, en un verdegal que nos hace sentir cual arcadios.

Ésta es la entrada al barranco de la Hoz, un tajo abierto en la serrezuela de la Muela con cortados de hasta 45 metros de altura y 75 vías equipadas por y para los escaladores, a los que vemos probando sus difíciles habilidades en todas las paredes excepto en las primeras de la izquierda, pues allí anidan las ruidosas chovas y grajillas, los aviones pirueteros y, fieles a su cita anual con el barranco, una pareja de halcones peregrinos que proyectan sobre los cantiles su sombra fugaz de ancla para susto mortal de las palomas.

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Sabinas, enebros y encinas de buen porte salpican el cauce seco, culebreante y pedregoso por el que avanzamos cautivados por los caprichos de la roca caliza: aquí, un paredón de vivo color rojo, como pintado con minio; allí, una escuadra de barcos varados al borde del precipicio y, por todas partes, oquedades aprovechadas desde tiempos remotos como tainas, o corrales, mediante la adicción de un muro exterior de mampostería. Dos enormes bloques prismáticos, cerca ya del final del cañón, recuerdan su uso como cantera.

Como a una hora de andar por el barranco, con paso quedo y admirativo, alcanzamos su cabecera, allí donde las paredes se suavizan hasta confundirse con las lomas circundantes, tapizadas de prieto encinar. En otra época y con un buen mapa, podríamos ensayar un nuevo camino para regresar a Viana, pero es otoño y en estos horizontes seguntinos suenan escopetazos y ladridos, mala música para andar brujuleando. Así que nos volvemos por donde hemos venido.

Un caminante, en el Barranco de la Hoz, en Guadalajara.
Un caminante, en el Barranco de la Hoz, en Guadalajara.A. C.

Guías para andar, pedalear y trepar

Dónde. Viana de Jadraque (provincia de Guadalajara) dista 126 kilómetros de Madrid yendo por la autovía de Aragón (N-II) y saliéndose en el kilómetro 104, por la carretera CM-1101 (antigua C-204) para, antes de llegar a Sigüenza, tomar las desviaciones bien señalizadas hacia los pueblos de Baides y Huérmeces del Cerro. Cuándo. Paseo de tres horas -seis kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel acumulado de sólo 100 metros y dificultad muy baja, apto para cualquier persona y época del año. Quién. José A. López Ballesteros y Miguel A. Díaz Martínez son los autores de 15 rutas por la naturaleza de Sigüenza y el Parque Natural del Río Dulce, una excelente guía editada por la librería Rayuela (Medina, 7; Sigüenza; teléfono 949 39 02 33) en la que se describen éste y otros itinerarios a pie y en bicicleta por la zona. Y qué más. El mejor mapa de la zona es la hoja 461-III del Instituto Geográfico Nacional, a escala 1:25.000. Si estamos interesados en escalar en el barranco, podemos consultar la página web www.revistaiberica.com/escalada/castillalamancha/viana o los croquis de las vías que se hallan a disposición de los clientes en el bar El Puente, en Baides, a 2,5 kilómetros de Viana de Jadraque.

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