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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Maravillosos años

'¡Franco ha muerto!', grita uno de los personajes de esta desgarradamente divertida peripecia que es Juntos. De una tacada, y con sólo un vistazo, esa expresión, pero también las pintas de los personajes bastan para situar la acción: una comuna sueca, mediados los setenta. Compromiso político, amor libre más verbalizado que deshinibidamente vivido; situaciones cómicas entre la angustia y la carcajada componen el tejido de este curioso tapiz, una entre tierna y chocante peripecia que Lucas Moodysson, el nuevo niño prodigio sueco, lanza en dirección al espectador.

Pero también, y sobre todo, hacia la cara de sus progenitores: hay mucho de autobiográfico, mucha vivencia vista con ojos infantiles en ésta, la segunda y sin duda mejor, película del sueco. Así, pronto veremos que los hijos pueden ser, en ocasiones, sangrantemente desacralizadores; que las tonterías que cometieron los padres no necesariamente tienen que ingresar en el haber de las generaciones venideras y que el candor y la inocencia no están reñidos con la maldad y/o el involuntario error.

JUNTOS

Director: Lucas Moodysson. Intérpretes: Lisa Lindgren, Michael Nyqvist, Gustaf Hammarsten, Anja Lundqvist, Jessica Liedberg. Género: comedia, Suecia, 2000. Duración: 106 minutos.

Con estos ingredientes, unos actores espléndidos -uno de ellos, Michael Nyqvist, el desolado padre abandonado por su mujer e hijos cuando deciden irse a la comuna, ganó el premio de interpretación en Gijón 2000- y, sobre todo, una mirada limpia y decidida, Moodysson da la vuelta, como a un calcetín, a los años del compromiso político posmayo del 68.

Pero lo que hace de Juntos un filme notablemente maduro es no tanto su crítica -necesaria, en todo caso- cuanto la inmensa sensación de comprensión, casi de camaradería con sus personajes, que Moodysson es capaz de transmitir a lo largo y ancho de una película que se ríe de un tirón, en la que la sonrisa cómplice se abre siempre paso gracias al cariño que el director siente por sus criaturas.

Al igual que en el esperanzador debú que supuso Fucking Amal, recién estrenada aquí, el sueco no hace fácil leña de árboles tan endebles; pretende, antes bien, que nos identifiquemos con ellos; que, en el fondo, seamos capaces, los que pasamos de los 40, de ver nuestra juventud con nuevos ojos.

Y de su comprensión, de la ternura de su crítica, surge una película fresca.

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