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Reportaje:

Estudiar en 'colegios de cartón'

La mayoría de los profesores que imparten clase en barracones consideran la situación insoportable

Mar Padilla

'Bueno, sí, yo soy de los que voy a un cole de cartón', afirma Joan, de 15 años, mientras sus compañeros se ríen de la expresión. Joan es alumno de una de las 130 escuelas o institutos públicos que tienen escolarizados total o parcialmente a sus estudiantes en aulas prefabricadas, más conocidas como barracones. Mientras que el Departamento de Enseñanza asegura que sólo quedan 10.000 alumnos que estudian en estas instalaciones provisionales, a la espera de que acabe la construcción o ampliación de los centros, el sindicato USTEC-STE, que ha hecho un recuento escuela por escuela, insiste en que son más de 20.000.

El aspecto de la escuela Tàber, en Barcelona, es el de un campo de refugiados. Eso sí, de lujo. Desde el curso pasado, este colegio tiene siete barracones que albergan a 340 alumnos. Los módulos prefabricados, blanquísimos y bajos, están distribuídos en círculo, de forma que en el interior queda habilitado el patio, aunque muchos de los alumnos van al cercano parque de la Oreneta porque no hay espacio para todos. En enero del próximo año se trasladarán a la escuela nueva, la de verdad, que se construye junto a los barracones.

'El problema de estas aulas prefabricadas es que se deterioran muy rápidamente'
Los padres comprobaron que en las aulas se llegaba a temperaturas de 40 grados

'Al principio en los barracones no teníamos ni luz ni teléfono. Nos pasamos varios meses dependiendo de un generador eléctrico que hacía un ruído horroroso y utilizando nuestros móviles', afirma la directora. 'El problema de este tipo de aulas es que se deterioran muy rápidamente, y en cuanto sales de los módulos, es como si estuvieras en la calle', añade.

Cada módulo viene en dos mitades que sobre el terreno se unifican. Una vez montados, la distribución interna puede amoldarse a las necesidades de los centros. La directora del Tàber recuerda emocionada que los padres, una vez más, acudieron en auxilio de la escuela para dar los retoques finales a los pabellones prefabricados.

'Los barracones son todo problemas', asegura la directora del instituto Olivar Gran, en Figueres (Alt Empordà), y enumera el calor, la lluvia, el frío y la tramontana, por este orden. 'Las ventanas son demasiado pequeñas, no pasa un soplo de aire, y cuando llueve siempre entra agua'. Todos los alumnos del centro, 235, están repartidos en nueve módulos, habilitados desde 1997. Las obras para el nuevo instituto aún están en la fase de registro y todo el mundo empieza a estar harto de las aulas prefabricadas. 'La impresión que tenemos es de provisionalidad definitiva', define con precisión la directora. 'Suponiendo que las obras empezaran ahora mismo -que no será así-, aún tendríamos que aguantar al menos dos cursos más en barracones'. Son demasiados los alumnos que empiezan y acaban la ESO y el bachillerato sin haber pisado una verdadera escuela, añade.

Éste es el sexto año consecutivo que una quinta parte de los estudiantes del instituto Serrallarga, en Blanes (Selva), aprenden en barracones. 'En el año 2000 firmamos la previsión de la ampliación del centro, pero desde entonces no hemos visto nada más, ni sobre el papel'. En el Serrallarga también tienen abundantes goteras cuando llueve y un calor insoportable en mayo, junio y septiembre y un consumo de electricidad extremadamente elevado el resto del año a causa de las estufas que calientan las largas y frías tardes de invierno. 'La construcción de los barracones es demasiado frágil y, claro, los alumnos no son unos santos', sentencia el director mientras enumera la larga lista de arreglos que son necesarios en los pabellones.

'Hay que tener en cuenta que al fin y al cabo son cajas', sentencia una maestra del colegio Torres Jonama, en Palafrugell (Baix Empordà). Desde 1999 tienen dos módulos con 57 alumnos. 'Hace tiempo que hemos pedido la ampliación de la escuela, pero de momento no contestan', asegura. Las aulas son 'poca cosa' para los más pequeños, que necesitan abundante espacio para moverse, añade.

El instituto de Pallejà (Baix Llobregat) lleva siete cursos en barracones. 'Estamos contentos porque vemos la luz al final del túnel', afirma el director, que ha encontrado aspectos positivos a la situación. 'En los cambios de una clase a otra vemos la luz del sol, los árboles y las montañas'. Le gusta la actual organización horizontal de los barracones, con las aulas y servicios a un mismo nivel, sin pasillos ni escaleras, frente la verticalidad de los edificios escolares al uso.

'Los padres comprobaron que en las aulas se llega a temperaturas de hasta 40 grados; dar clases a críos en esas condiciones es inimaginable, están nerviosos por el calor y la falta de espacio, y no hay quien pueda con ellos', afirma la secretaria del colegio Ribes, en Sant Pere de Ribes (Garraf), que tiene habilitados cuatro barracones, con dos aulas cada uno, en medio del patio de la escuela desde 1989. Compraron ventiladores, pero aun así, en primavera o después de las vacaciones de verano 'las paredes sudan y los carteles se despegan'. 'Una vez la lluvia inundó un aula y tuvimos que sacar a los niños corriendo', asegura.

El Instituto de Santa Maria de Palautordera está instalado en barracones.
El Instituto de Santa Maria de Palautordera está instalado en barracones.JORDI ROVIRALTA

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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).

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