Los hombres huecos
Hombres huecos, muchedumbres grises diseminadas en playas, parques y avenidas, cervecerías y bodegas anodinas, multitudes fluyendo temerosas bajo el polvo pardo en los puentes de Brooklyn, máscaras desfilando al paso del Another brick in de Wall (ya saben, Pink Floyd), ladrillos de un muro de incomprensión. ¿Volvemos a ser los hombres huecos, hombres de trapo, gente, muchedumbre con nuestras cabezas llenas de paja, apoyándonos unos en otros, de los que hablara T. S. Eliot hace como setenta y pico años?
Hace unos días veía a Leslie Howard (el sureño idealista de Lo que el viento se llevó) en no sé qué película de qué sé yo qué cadena, caracterizado de mendigo culto (tiene ese aire). Hablaba de tierras baldías y hombres huecos. Qué nivel, me dije. Decía cosas consistentes como ésas de Eliot mientras enamoraba a la chica. Asombroso. Pero el caso es que nadie se levantó y fue a la cocina a vaciar los platos de la cena. Siguieron mirando. Animado (¿animado?) pasé con cierto aire de misterio, como corresponde, aquel poema de Eliot, Tierras baldías a mi sobrino -ese sobrino que todos tenemos y hará lo que nunca fuimos nosotros capaces de hacer-. Me parecía hermoso y oportuno. Habría que darle un tono épico y desesperado, le decía, a lo Blade Runner.
Tú que estabas conmigo en las naves de Mylae (por ejemplo; olvídate ahora de Roma y Cartago, y fíjate en lo que dice el replicante Roy Batty) y combatiste más allá de Orión. Tú que has visto brillar naves en llamas cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo -agoniza- como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir. Llueve, fíjate, digo yo. Y Roy acepta morir en lugar de Rick (Harrison Ford). ¿No es sublime?
No pareció inmutarse. En cambio, me dijo: 'Ésa otra, The Hollow Men, sí tiene una canción; hombres huecos, hombres de trapo. Y aquello de 'Así es como acaba el mundo/No con un estallido sino con un sollozo'. Pensaré en algo a lo Master of Puppets de Hetfield y compañía (él llama así a esa banda californiana de trash metal, Metallica). Eso me dijo.
Hombres vacíos, huecos, de paja, marionetas, hombres de trapo, pensé. Eliot escribía entre las dos guerras (1925). Había visto a las muchedumbres clamar por la guerra, y, luego, pasar los cadáveres ante él. Fue una generación marcada por el pesimismo: Eliot, Joyce, D. H. Lawrence, Ezra Pound, Benda, Ortega, Mann. Fueron años difíciles, de entusiasmos y desengaños. ¿Habremos entrado en una nueva fase de lúcido pesimismo? ¿Volveremos a ser hombres huecos, seres vacíos movidos por un maestro de marionetas?
Es indudable que estamos en puertas de grandes transformaciones, si es que no se están dando ya. Grandes cuestiones se debaten en las alturas, y nosotros, hombres de trapo, deambulamos sin rumbo ocupados en nuestras labores cotidianas. Aquí mismo, vemos pasar cadáveres, se debate sobre nuestro estatus futuro, sobre nuestra propia libertad, y ¿reaccionamos? Nos refugiamos en lo nuestro (de lo que se sirve el Maestro de Marionetas). Y, los más lúcidos, componen baladas desgarradas sobre el hombre vacío, sobre los que ya cruzaron el Rubicón de la muerte, y de cómo no nos ven 'como perdidas almas violentas, / sino como hombres huecos, / hombres de trapo'. Lo decía Eliot. ¿Se volverá a decir?
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