La paciencia posmoderna

La quinta edición de Desviaciones se ha expandido a varios espacios madrileños. Los organizadores insisten en la literalidad del título: desviar la atención de los espectadores hacia propuestas rupturistas que no siempre tienen en cuenta al destinatario: el espectador y su paciencia. Cuqui Jerez se presentó en la Casa de América con una especie de performance basada en una autobiografía dolosa, y cuenta su pasado de estudiante de flamenco y luego bailarina de ballet clásico (muestra su foto vestida de Fanny Cerrito en Grand pas de quatre). Luego se desnuda, graba un vídeo con efecto espejo y lo muestra. Tampoco se sabe por qué ha olvidado el castellano y todos los textos son en inglés.

Por otra parte, el alemán Raimund Hogue es un solvente imitador de Pina Bausch (ha nacido en Wuppertal, donde trabaja Bausch desde hace 20 años y ocasionalmente colaboró con ella). Su puesta en escena, Lettere amorose, vista en el Círculo de Bellas Artes, es una instalación plástica efímera, muy alejada de cualquier intento coréutico y sin siquiera un sentido tangente a la danza. Hoghe es un experto en doblar y desdoblar retales. Durante dos horas largas lo demuestra ante un público que parcialmente abandonó la sala, a la vez que hace una exhibición casi impúdica de su físico deforme, y eso es la parte impactante de su aparato visual. No inspira lástima, sino incomprensión ante los ritos solitarios y desesperados de una nueva versión, posmoderna acaso, del legendario personaje de Víctor Hugo. Pero una cosa es la confluencia de géneros y otra la atomización gratuita de los mismos.