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Tras la moción de censura

Después de tantas admoniciones sobre la inconveniencia e inoportunidad de la moción de censura, resulta que su debate ha beneficiado a todos sus protagonistas, tanto del Gobierno y asociados como de la oposición. Quien realmente se ha beneficiado ha sido la política catalana, pues hace mucho tiempo que el Parlament no suscitaba tanto interés. Otro efecto de la moción ha sido la difusión de las principales líneas de la alternativa de Maragall. De su propuesta han destacado la prioridad social -con énfasis en las políticas de familia y la educación-, la firmeza catalanista en una relación más amigable entre Cataluña y España, y una nueva forma de contemplar el territorio, dándole voz y organización. Ahora, tras la moción, surge una cuestión interesante: ¿son coherentes las prioridades de Maragall con su necesidad de ensanchar el apoyo electoral para lograr una mayoría de gobierno?

Para responder a esta pregunta empecemos por diagnosticar cuáles fueron los segmentos o ámbitos en los que el éxito de Maragall fue menor en las elecciones autonómicas. Algunos analistas insisten en centrar los déficit maragallianos en una escasa movilización electoral en los espacios en que el socialismo tiene mayor arraigo y peso electoral. Pero este análisis es erróneo porque va contra los hechos. El área metropolitana de Barcelona, con la excepción de su capital, es el espacio de mayor fortaleza socialista. ¿Qué ha pasado ahí en las tres últimas elecciones -municipales y autonómicas de 1999 y generales de 2000-? Tomemos los municipios con más de 50.000 electores. En todos ellos el Partit dels Socialistes (PSC) obtiene su porcentaje más bajo en las generales, con diferencia. En L'Hospitalet y Terrassa los porcentajes municipales son más altos que los autonómicos. En Cornellà y Sant Boi ambos son iguales. En cambio, en Badalona, Santa Coloma de Gramenet, Sabadell y El Prat el más alto es el porcentaje autonómico. Además, el número absoluto de votos al PSC es siempre mayor en las autonómicas que en las municipales, con la excepción de Terrassa. Pues bien, si esos resultados del PSC en las municipales de 1999 fueron considerados excelentes desde todas las perspectivas y filiaciones, mal pueden sus resultados autonómicos señalar la existencia de un agujero negro de movilización electoral.

Claro que alguien puede preguntarse qué ocurrió con los 350.000 votos de más que obtuvo el PSC en las elecciones generales de 1996, respecto a los de las autonómicas de 1999. Y eso que, aunque Iniciativa per Catalunya (IC) se presentó en solitario en Barcelona, en el resto de las provincias compartió lista con el PSC. Me parece más congruente la comparación entre elecciones cercanas en el tiempo porque el mismo periodo temporal recoge similares estados de ánimo, valoración genérica de partidos y situación socioeconómica. En este sentido, los nueve meses que comprendieron las últimas municipales, autonómicas y generales constituyen un periodo homogéneo. Sin embargo, la cuestión no deja de tener su interés: ¿qué pasó con los votos perdidos de 1996? La respuesta, esta vez sí, es realmente sorprendente, y no sólo porque el porcentaje de votos obtenido por Maragall en la provincia de Barcelona haya sido ligeramente superior al de Felipe González en 1996.

Tomemos, simplificando, los 1,5 millones de votos de ese año como base potencial socialista en Cataluña. La cuestión pertinente es el grado de retención de votos de Maragall respecto a aquellos resultados. Los datos indican que en todos los municipios mencionados del área metropolitana Maragall logró entre el 70% y el 80% de los votos socialistas de 1996. Ahora nos podemos mover por el territorio y analizar qué pasó en las comarcas más periféricas de Cataluña: Montsià -la más sureña-, Alt Empordà -la más norteña en la costa- y Alt Urgell -la pirenaica por excelencia-. ¿Qué se observa tras hacer los ajustes necesarios para atender al hecho de que el PSC e IC se presentaban juntos y Esquerra Unida i Alternativa (EUiA) por separado? Pues que, respecto a los resultados de 1996, Maragall logró el 62% de los votos en el Montsià, y el 66% en el Alt Empordà y el Alt Urgell. Es decir, Maragall retuvo mayorporcentaje de votos en el área metropolitana de Barcelona que en las comarcas más periféricas. O, dicho de otra forma, le queda más potencial relativo por recorrer en la periferia, y encima este voto volverá a estar sobrerrepresentado en las próximas autonómicas.

Siendo esto así, las propuestas destacadas por Maragall son adecuadas para sus objetivos. Por una parte, da prioridad a la agenda social y a una relación más amigable entre Cataluña y España. Por otra, hace muy bien dando énfasis a la firmeza catalanista y a una nueva relación entre los territorios periféricos y los centros de poder. Puede que cada una de estas prioridades no apele con igual fuerza a cada elector potencial. Pero éstos forman un conjunto amplio y diverso. Y es que, en una sociedad compleja como la catalana, lo que le interesa a la gente es una combinación plural de cosas, que cada cual ordena con criterios diferentes.

Germà Bel es profesor de Política de la UB y diputado del PSC.

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