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Tribuna:LA PROMOCIÓN DE LA NO VIOLENCIA
Tribuna
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Escuelas de paz

Hace sólo unos días se presentaba el Plan Andaluz de Educación para la Cultura de Paz y No Violencia, una propuesta largamente pensada y debatida que tiene como horizonte promover la paz como acción colectiva e individual, aprender a convivir con los conflictos, promover soluciones creativas y pacíficas a los mismos, y detener, disminuir y prevenir las manifestaciones de la violencia, todo ello en el entorno escolar.

Su presentación ha coincidido con un momento en el que la guerra se ha instalado en una parte de nuestro planeta y, también, en muchas de las reflexiones y debates que diariamente venimos manteniendo en nuestro entorno cotidiano. Por eso, contribuir al discurso de la paz, a pensar otros escenarios posibles, a procurar medios para afianzar los valores de la cultura de paz desde las escuelas, desde los institutos, desde las Universidades, encuentra hoy una dimensión más necesaria que nunca en nuestro tiempo reciente.

El curso que hemos comenzado está así marcado por incertidumbres y temores en el ámbito internacional, pero, también, por una exigencia, más radical que nunca, a la escuela y a la inteligencia: la de contribuir, desde la formación, la crítica y el pensamiento, a la conformación de un mundo más justo y a la instauración de una paz duradera, ahora acosada por la amenaza terrorista, por la guerra, y también por la pervivencia de injusticias y desigualdades que terminan por ser el germen de la violencia y del odio.

Es necesario y urgente pensar y construir la paz, en el horizonte planetario o en el microespacio de un colegio, y para ello es imprescindible partir del reconocimiento del conflicto como algo susceptible de existir siempre en cualquier comunidad humana, -porque en ella confluyen intereses y percepciones diferentes a mayor o menor escala-. E, incluso, no considerarlo necesariamente como algo negativo, sino como posible fuente de estímulo que impulse la crítica reflexiva, la creatividad y la acción contra las tendencias inmovilistas y acomodaticias. De ahí que lo realmente importante no sea sólo conocer las razones del conflicto, ni incluso tratar inútilmente de evitarlo, sino disponer, inventar y movilizar mecanismos para que su regulación se haga por medios pacíficos. Y es ahí donde se ponen a prueba las convicciones morales y éticas, los presupuestos que sobre la importancia de la paz y de su defensa hacen las comunidades y los grupos.

No es la primera vez que nos encontramos en una coyuntura de guerra y violencia parecida a la que ahora sufrimos, pero las características y dimensiones de ésta nos obligan a utilizar óptimamente nuestros recursos éticos e intelectuales para fortalecer la idea de la paz y la necesidad de una dimensión pacífica de las relaciones entre las personas, los grupos y los pueblos.

Necesitamos ensanchar la cultura de paz, desde las instituciones, desde las organizaciones ciudadanas, desde los ámbitos cotidianos. Y ahí la escuela juega un papel fundamental, porque en ella se han de aprehender los valores cívicos que sustentan un modelo de democracia consolidada, es decir, tolerante, participativa, justa y pacífica, y una idea de las relaciones entre los seres humanos basada en los derechos de todos a su propia vida, a su propia dignidad, a la cultura, a la educación, a la salud, a regir sus propios destinos sin dependencias y opresiones. Y todo ello ha de aprehenderse no sólo desde sus consideración teórica, sino desde las prácticas, actitudes y comportamientos individuales e institucionales que en la escuela puedan darse.

El Plan Andaluz para la Cultura de Paz y No Violencia pretende contribuir a favorecer la convivencia y prevenir la violencia en el propio ámbito escolar, a promover las prácticas pacíficas y no violentas como un método de resolver los conflictos, y a educar en percibir la paz, a valorarla y prestigiarla socialmente. La creación de gabinetes de asesoramiento, la presencia de profesoras y profesores mediadores, el impulso de proyectos específicos de paz, la mejor formación del profesorado, la necesaria participación del alumnado y de las madres y padres en esta tarea, o el fomento de la investigación para la paz en nuestras universidades constituyen algunas de las medidas que se contemplan.

Son propuestas para cualquier tiempo con el fin de establecer relaciones más justas entre los seres humanos. Son propuestas para procurar que, incluso en este tiempo que estamos viviendo, no se instale y se justifique la lógica de una violencia bien gestionada como la única alternativa posible, pues hay otros escenarios y alternativas posibles. Son propuestas para, con la imaginación suficiente, contrarrestar los discursos simbólicos y prácticos de la violencia y potenciar al máximo los deseos y realidades de la paz.

Como todos necesitamos la paz, a todos nos incumbe este plan, y de todos depende que salga adelante.

Cándida Martínez López es Consejera de Educación y Ciencia

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