Isozaki levanta dos grandes árboles de acero para la entrada de Caixaforum
Un acto en la Virreina recuerda a Maria Aurèlia Capmany y Montserrat Roig en el décimo aniversario de su muerte
¿Qué dirían Montserrat Roig y Maria Aurèlia Capmany de la guerra en Afganistán? ¿Qué de la globalización, de la cultura light, de la ambigüedad posmoderna? Las preguntas, lanzadas por Dolors Oller, moderadora de la mesa redonda que se celebró anteayer en el Instituto de Cultura de Barcelona para recordar el décimo aniversario de la muerte de las dos escritoras, encontraron una respuesta y una recomendación en las palabras emocionadas de Roger Sempere, hijo de Roig: 'Creo que sois muy osados al intentar decir qué pensaría Montserrat Roig', afirmó. En todo caso, y para evitar especulaciones, recomendó 'un ejercicio práctico'. Leer sus últimos artículos en el diario Avui sobre la guerra del Golfo y 'sustituir el nombre de Sadam Hussein por el de Osama Bin Laden y el de Bush por el de Bush', dijo desde su asiento entre el público.
Las palabras de Sempere, quien también reprochó a los ponentes Victòria Sau y Pasqual Maragall que dijeran que les daba cierto miedo mirar directamente a los ojos de Roig -'la mirada de nuestra madre era múltiple', les dijo-, arrancaron una fuerte ovación y sirvieron de colofón a un acto que evidenció cuán cerca y vivo está el recuerdo de las dos autoras fallecidas en otoño de 1991.
Entre el público, muchos de los asistentes tuvieron que conformarse con seguir la mesa redonda a través de una pantalla colocada en el exterior de la sala donde se celebraba.
El escenario, el palacio de la Virreina, donde tiene su sede la concejalía de Cultura del Ayuntamiento barcelonés desde los tiempos en que Maria Aurèlia Capmany era concejal. Como gusta de explicar a modo de anécdota uno de sus sucesores en el cargo, Ferran Mascarell, y como recordó el lunes Maragall, Capmany decidió el traslado al palacio de La Rambla al grito de: '¿Quién es la virreina de la cultura de Barcelona? Soy yo'.
En el acto participaron también el abogado y poeta Joan Argenté, que fue alumno de Capmany y recordó su actividad como pedagoga, y la escritora Carme Riera, quien evocó la estrechísima relación de Roig y de toda su obra con Barcelona. Riera recordó la poca estima que tenía la autora de El temps de les cireres por su arquitectura gaudiniana: 'Decía que no sabría cocinar un huevo frito en una cocina modernista', bromeó. Añadió que Roig no tuvo nunca la necesidad de salir de Barcelona para dar forma a su escritura y recrear todo un mundo 'a ras de suelo' para, a renglón seguido, pedir al alcalde Joan Clos que el Ayuntamiento le dedique una calle como una forma de 'tenerla aún más ligada a la ciudad'.
Maragall, alcalde de Barcelona cuando Maria Aurèlia Capmany ocupó el cargo de concejal, recordó con emoción 'la alegría inmensa del principio' de su relación -'cuando nos conocimos fue como una especie de enamoramiento', dijo- y 'un final tristísimo que se veía venir': 'Que Maria Aurèlia muriese era como una contradicción', afirmó, recordando su 'voluntarismo'.
En una charla que entró en matices muy personales, Maragall lamentó también no haberla podido acompañar demasiado en los últimos meses de su vida y recordó el esfuerzo que supuso para la autora de Feliçment jo sóc una dona trasladarse a mediados de la década de 1980 a la plaza Reial, dejando su piso del Eixample: 'Nosotros la aplaudimos, porque en esos momentos queríamos evitar que Ciutat Vella se convirtiera en un gueto, pero lo cierto es que el escenario se la comió un poco'. En todo caso, dijo, 'fue su último acto modernista: proclamar que se tenía que reconquistar el corazón de la ciudad'.
Y en el turno abierto de preguntas y réplicas, la ex diputada Anna Balletbó tomó la palabra para afirmar que Montserrat Roig, que falleció a los 45 años de un cáncer de mama, 'fue en el fondo una víctima del sistema de la sanidad'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.