Revisión estratégica de la Defensa
Desde el comienzo de la presidencia de José María Aznar, sin darnos cuenta, cada mañana nuestro Gobierno inaugura alguna nueva convocatoria sin precedentes. Es como cuando de pequeños nos llevaban al circo y escuchábamos al speaker micrófono en mano decir aquello de 'y ahora respetable público tengo el honor de presentarles por primera vez en España a las Hermanas Sister'. Así se anuncia la Revisión Estratégica de la Defensa emprendida en febrero y así se presentó el año anterior el Libro Blanco de la Defensa 2000. En la introducción de aquel volumen, el presidente del Gobierno resaltaba de modo muy intencionado que 'la publicación de un Libro Blanco de la Defensa no debería ser un acontecimiento extraordinario sino un hecho absolutamente normal. Sin embargo, en esta ocasión no puede ser así porque es la primera vez que se publica una obra de estas características en España'.
Además, el presidente se adornaba diciendo que 'con ello el Gobierno se somete a una sana crítica y abre un debate en torno a nuestra defensa y seguridad que pueda arrojar la luz necesaria para continuar nuestro camino en los próximos años'. Faltaba sólo añadir la coletilla consabida de 'y no como otros', en referencia a los Gobiernos socialistas cuya gestión se ha venido dibujando en términos de anomalía, de 'paro, despilfarro y corrupción'. En cuanto a esa intención de someterse a una sana crítica y de abrir un debate en torno a nuestra defensa y seguridad, careció de efectividad. Después de la publicación del Libro Blanco de la Defensa 2000 todo ha seguido siendo silencio. Se ha hecho todo lo posible por erradicar la crítica y el debate sólo se ha producido en contadas ocasiones. La primera por iniciativa del entonces vicepresidente, general Gutiérrez Mellado, pese a que estaba sometido a la crítica desestabilizadora y salvaje de los golpistas, siempre denigrándole y preparando de las suyas. La segunda, cuando los socialistas propusieron el nuevo modelo de Fuerzas Armadas en su conexión con el servicio militar en la primera comisión mixta Congreso-Senado constituida al efecto en febrero de 1990. Porque la línea más habitual de los ministros de Defensa ha sido el alterne entre la estación seca, caracterizada por las incomparecencias ante el Parlamento, y las inundaciones en unas sesiones informativas prolongadas, imposibles de procesar por los diputados. Pero, de esa manera, el Congreso quedaba inutilizado para el cumplimiento de su misión, en la que el propio ministro hubiera podido encontrar ayuda para muchos de sus más nobles y más difíciles intentos.
Entre tanto urge salir del reino del eufemismo y el disimulo. Eduardo Serra, en su prólogo ministerial al citado Libro Blanco de la Defensa, escribe que 'la sociedad española ha superado muchos de sus prejuicios y hoy puede discutir sobre el significado y la importancia de la Defensa y de las Fuerzas Armadas con interés, objetividad y desapasionamiento', pero ahora que gracias a la transición las Fuerzas Armadas han dejado de ser parte de la amenaza y han pasado a formar parte de la Defensa habría que explicar por qué las plazas de soldados y marineros profesionales apenas encuentran la mitad de solicitantes del total de la oferta. En estas estábamos cuando la Secretaría General de Política de Defensa abre unas jornadas para debatir sobre la Revisión Estratégica de la Defensa. La primera fase se ha iniciado a partir de la Directiva de Defensa Nacional 1/2000 con el objeto de integrar la Defensa 'en el marco más complejo de la seguridad compartida con nuestros socios y aliados'. Para su desarrollo se han tenido en cuenta procesos análogos, en especial los del Reino Unido y Bélgica. Los trabajos han estado dirigidos a reformular la concepción estratégica española a partir de la definición de los intereses nacionales y de los riesgos que se vislumbran al mismo tiempo que se concretan las misiones y cometidos generales de nuestras Fuerzas Armadas. Ahora procede analizar las capacidades actuales de las Fuerzas Armadas y definir sus capacidades futuras.
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