Vicente Monsonís retrata en 'Dripping' una Valencia 'fría, oscura y casi nórdica'
El realizador valenciano presenta en la Mostra una película con 'varios niveles de crítica'
La única película valenciana a competición, Dripping, de Vicente Monsonís, se presentó ayer en la Mostra arropada por una amplia representación de su reparto. Con un presupuesto de 90 millones de pesetas, la opera prima de Monso es un ajuste de cuentas con el mundo del arte, en clave de comedia, que deriva hacia 'la crítica a determinados estamentos de la sociedad', según explicó su director. Otra comedia, sobre el despertar sexual de un adolescente en la Yugoslavia de Tito, Sladje Sanke, de Saso Podgorske, completó las proyecciones de la sección oficial.
'Si el cine tiene sentido en Europa y en España, es porque se hacen películas ácratas como Dripping; para películas pueriles y alienígenas ya están los americanos'. Con esta contudente frase, el actor Juan Luis Galiardo explicó ayer en conferencia de prensa el espíritu contestatario de la primera película de Vicente Monsonís, que opta a la Palmera de Oro de la Mostra.
En efecto. Hay algo de anárquico en la película de Monsonís, tanto en la historia que relata y sus conexiones con la realidad como en su propia estructura. A partir de la historia de un pintor que recibe la oferta de participar en un certamen internacional amañado, el filme deja destellos de brillantez cuando se adentra en los terrenos de la farsa. Pero, como señaló en conferencia de prensa su director: 'Cuando haces tu primera película pecas a veces de querer abarcar demasiado y creo que hay una gran densidad de información en el filme'. Desde el estamento policial hasta el mundo fallero, pocos se libran de las puyas de Monso en una cinta que 'pretende tener varios niveles de crítica'.
Película irregular, como la mayoría de las opera prima, Dripping crece a medida que avanza en su metraje. Hay una primera media hora desconcertante, en la que la cinta se parece a tantas obras primerizas que duermen en el baúl del olvido, pero, cuando la trama se enmaraña, se transforma en una comedia por momentos delirante y que rebosa mala leche en todos sus fotogramas. Finalmente, la sensación que tiene el espectador al abandonar la sala es la de haber asistido a un divertimento que tiene, en su interior, más miga de la que parece.
Rodada en vídeo digital, 'por razones presupuestarias', la película se apoya en un guión muy sólido, obra del propio Monsonís, y en un buen elenco de actores, encabezado por Pep Munné, para quien ésta es 'la mejor opera prima de las muchas' en las que ha trabajado. Y retrata una Valencia poco reconocible -'fría, oscura y casi nórdica', según el realizador-, muy diferente de la ciudad mediterránea con la que suelen etiquetarla. Como también explicó Monso, 'se hizo en Valencia, pero podría haberse hecho en cualquier otra ciudad europea, desde Amberes a Estambul'.
La conferencia de prensa de presentación de Dripping se convirtió en un acto de reivindicación del cine europeo, alentado por la incontinencia verbal de Juan Luis Galiardo. Con su habitual arrolladora personalidad, el veterano actor y productor afirmó estar 'muy mosqueado' con una política de distribución que ningunea aquellas películas independientes 'que aparecen en el desierto de las ideas'.
Mucho de cine independiente, europeo y personal, aunque en una cinematografía más modesta tiene la eslovena Sladje Sanke, de Saso Podgorsek, una comedia con tonos de revival que ofrece una curiosa mirada del mundo adolescente en la Yugoslavia unida de la década de los setenta. Divertida y con cierto aroma nostálgico, la película de Podgorsek utiliza al cine y al sexo como pilares para contar una historia de desencantos en la que la ironía se solapa con la crítica social.
Sladje Sanke tiene el acierto de no caer en el sentimentalismo de otros filmes de similares características argumentales y el desacierto de su falta de profundidad. Pero la superficialidad de una comedia amable y distendida se refuerza con unos personajes muy bien retratados, que empiezan en un protagonista que viene a ser un cruce entre Woody Allen y Austin Powers adolescente, y terminan en una galería de secundarios impagables, como la madre imitadora de Lana Turner o el profesor de gimnasia anticomunista. Todo ello con la intención de que el espectador pase un buen rato, lo cual, dados los tiempos que corren, no es cuestión badalí.
Un terrorista 'de traca'
El nombre de Paul Tickell no dice nada en el ambiente cinematográfico fuera de los circuitos alternativos. Pero su nombre figura en la agenda de las distribuidoras americanas marcado en rojo. La culpa la tiene Christy Malry's own Double Entry, una película que se puede ver en la Mostra dentro de la descabellada selección del ciclo de Cine Traca. El filme narra la historia de un oficinista británico que, tras varios años de frustraciones, decide vengarse de la sociedad que le ha marginado envenenando el suministro de aguas de Londres y colocando bombas en las oficinas de Hacienda. Tal y como están las cosas después de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre, la película de Tickell toca la fibra sensible de una sociedad que parece haber perdido su sentido de la autoparodia y ha sido anatemizada por la industria norteamericana. Paul Tickell se mostró ayer en Valencia preocupado por las repercusiones de una película terminada meses antes del fatídico 11 de septiembre. 'El terrorista que yo retrato es como un Robin Hood moderno que se rebela contra una sociedad que lo oprime', afirmó Tickell, para quien su cinta 'tiene referencias al terrorismo internacional, pero no es más que una crítica al feroz sistema capitalista'. 'Todas las películas hablan de política y la mía no puede ser menos, lo triste es que una historia que yo concebí hace mucho tiempo se haya convertido en realidad', reflexionó el director inglés, cuya primera película, Crush Proof, retrataba los grupos armados en la sociedad irlandesa y es objeto de culto en los circuitos no comerciales. Afortunadamente para la libertad creativa, Christy Malry's own Double Entry se proyecta en la Mostra de Valencia después de haber pasado con éxito por el festival de Atenas y los cines de Suráfrica.
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