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Reportaje:

Llegan las mariposas migratorias

Millares de ejemplares de 'Vanessa atalanta' viajan del norte de Europa al Mediterráneo para reproducirse

Durante estos días, millares de individuos están cruzando los Pirineos rumbo al sur. Los recién llegados se suman a los efectivos locales, y cada vez es más fácil sorprender su vuelo por los campos que bordean el Mediterráneo. Se trata de ejemplares de Vanessa atalanta, una mariposa migratoria que cada año protagoniza un espectacular viaje de centenares, y hasta miles de kilómetros, puesto que una parte de estos animales proviene de lugares tan alejados como el norte de Inglaterra o, incluso, Escandinavia. No deja de sorprender que un insecto que pesa menos de un gramo sea capaz de recorrer estas enormes distancias en un viaje que dura varias semanas, a una velocidad de vuelo de unos 15 kilómetros por hora.

En otoño empieza la época reproductiva de la 'Vanessa atalanta'

Hasta hace bien poco, su biología era un misterio. Los investigadores creían que estos animales pasaban el invierno en el Mediterráneo atraídos por la suavidad del clima de la zona, y que luego, en primavera, regresaban otra vez al norte de Europa para reproducirse. Esto es, al menos, lo que sucede con la famosa mariposa monarca, Danaus plexippus, que realiza las conocidas y espectaculares migraciones a través del continente norteamericano y que hiberna en la Sierra Madre mejicana. Sin embargo, según se desprende de los trabajos realizados recientemente por Constantí Stefanescu, un biólogo establecido en Sant Pere de Vilamajor (Vallès Oriental), el ciclo biológico de Vanessa atalanta no responde a este patrón, sino a otro radicalmente distinto.

El invierno supone el inicio de un periodo de absoluta inactividad para la gran mayoría de las mariposas europeas. Pero, según ha descubierto Stefanescu, con Vanessa atalanta sucede lo contrario: la llegada de los ejemplares migratorios en otoño coincide con una febril actividad reproductora, y millones de huevos son depositados durante octubre y noviembre sobre las ortigas que crecen en cualquier parte de las tierras bajas mediterráneas.

A pesar de las temperaturas frías que tendrán que soportar, las orugas que eclosionan de dichos huevos irán desarrollándose lentamente a lo largo de todo el invierno, alimentándose de dichas plantas. El citado estudio, que publica la revista inglesa Ecological Entomology, ha permitido comprobar que el crecimiento de las orugas llega a detenerse completamente cuando la temperatura diaria es inferior a los 8ºC, una situación relativamente común en los meses de diciembre y enero en zonas interiores, pero mucho más rara a lo largo de la línea costera.

Finalmente, y con algunas interrupciones de crecimiento incluidas, una nueva generación de adultos emprenderá el vuelo entre marzo y abril, y la mayoría iniciarán un largo viaje que los llevará desde nuestras latitudes hasta el centro y norte de Europa; allí se reproducirán a lo largo del verano, y su descendencia retornará a nuestras tierras en otoño, cerrándose así este extraordinario ciclo nuevamente.

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Constantí Stefanescu lleva mucho tiempo realizando un seguimiento regular de las poblaciones de mariposas en Cataluña, mediante una metodología denominada Butterfly Monitoring Scheme, que consiste en una red de estaciones de observación repartidas por el territorio catalán en la que colaboran decenas de voluntarios. Para este biólogo, las mariposas son excelentes bioindicadoras de los cambios en el medio. Se ha comprobado, por ejemplo, que determinadas especies cada vez se encuentran más al norte, lo cual es un síntoma de que el aumento de las temperaturas asociado al cambio climático está empezando a modificar los ecosistemas.

Por desgracia, también se está detectando una tendencia preocupante: cada vez hay menos mariposas. El motivo fundamental es 'la alteración del hábitat, ya sea porque los espacios industriales y periurbanos ganan terreno, porque la agricultura se ha intensificado y se ha convertido en una práctica muy poco respetuosa con el medio, o porque los antiguos campos y prados se abandonan y son recolonizados por el bosque', afirma Stefanescu. Sin duda, comprobar este declive debe de ser la parte más dura de su oficio.

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