Un diagnóstico, tres recetas
De forma inexorable se ha consolidado en la sociedad la percepción de que la política catalana se encuentra al final de la etapa del Gobierno de Pujol. Dos años, la mitad de la legislatura, han sido suficientes para demostrar que CiU pierde el tiempo y se lo hace perder al país. El Gobierno catalán se encuentra en una situación de bloqueo, tanto por lo que no hace (barracones escolares, listas de espera sanitarias, falta de asistencia social para la gente mayor) y por lo que hace mal (la instalación por la fuerza de la línea de Les Gavarres y los conciertos educativos con colegios de élite) como por lo que se deja hacer por el Gobierno del PP (el Plan Hidrológico Nacional y un mal acuerdo sobre financiación autonómica).
No parece probable que Maragall gane la moción de censura, que el PSC o IC-V apoyen la propuesta de ERC ni que Pujol convoque elecciones anticipadas
Ante esta situación, se han presentado en los últimos meses tres recetas que comparten, aunque con diferentes acentos, el mismo diagnóstico: es imprescindible abrir una nueva etapa en Cataluña. El PSC ha presentado la tan anunciada moción de censura, que se debate en el Parlament esta semana; ERC propuso, en el debate de política general, un pacto nacional a CiU, el PSC e IC-V para hacer frente al PP, y finalmente, IC-V ha exigido la convocatoria de elecciones anticipadas para que sea la sociedad la que decida la composición de una nueva mayoría de gobierno. Las tres opciones son perfectamente legítimas y responden a diferentes concepciones estratégicas sobre cómo realizar el cambio en el gobierno de Cataluña. Las tres son igual de viables o inviables. No parece probable que Maragall gane la moción de censura, que el PSC o IC-V apoyen la propuesta de ERC o que Pujol, haciendo caso de IC-V, convoque elecciones anticipadas. Pero, en cualquier caso, las tres recetas han provocado un debate político imprescindible para que la ciudadanía perciba que hay alternativas a la parálisis gubernamental.
Para ERC lo fundamental es liberar al Gobierno de las garras del PP, en coincidencia con los sectores más nacionalistas de CiU, que aspiran a una mayoría parlamentaria estrictamente nacionalista, u obviando la existencia de derechas e izquierdas, ambas igualmente catalanas. El problema fundamental no es la alianza con el PP, es la acción de gobierno de CiU y su concepción de Cataluña. O se apuesta por traer aires nuevos a la política catalana, como decía ERC en las pasadas elecciones autonómicas, o por mantener a CiU en el gobierno, pero ambas cosas al mismo tiempo son incompatibles.
La moción de censura presentada por el PSC es el escenario elegido por Maragall para presentar su alternativa. Ha sido una decisión unilateral de su partido, en ningun momento se ha planteado concertar esta estratgia, legítimamente partidista, con el resto de las fuerzas de la izquierda. El programa de Maragall es el de una fuerza, la mayor de la oposición, pero sólo de una, con contenidos de centro izquierda, pero sin el concurso programático de carácter social y ecológico propios de la izquierda radical.
IC-V ha decidido votar favorablemente la moción de censura por dos razones: compartimos el análisis de la situación política catalana y el PSC ha aceptado que, en el hipotético caso de ganar la moción, la única tarea del nuevo presidente sería disolver el Parlament y convocar elecciones anticipadas, como venimos reclamando desde hace meses. Por otra parte, por la propia configuración reglamentaria de la moción, la abstención se convierte en un aval al Gobierno, como se ha encargado de recordar Artur Mas.
Para abrir realmente una nueva etapa, el futuro Gobierno de Cataluña ha de ser progresista y plural, formado por la suma del centro izquierda que representa el PSC, el nacionalismo de ERC y la izquierda radical de IC-V. Estas fuerzas debemos promover la participación social como fórmula para ilusionar a la ciudadanía movilizando a la Cataluña que se identifica con Llagostera, las tierras del Ebro o los barrios populares de nuestras ciudades, frente a la Cataluña de Fecsa y de los privilegios.
La sociedad catalana necesita propuestas realmente alternativas, que permitan visualizar la existencia de derechas e izquierdas, para que el cambio no se quede en un puro recambio, en una mera circulación de élites dirigentes que termine en la letanía tan extendida del 'todos son iguales'. Un proyecto basado estrictamente en la modernización del país, entendida en términos de mayor crecimiento económico, de eficacia institucional y diálogo con los ayuntamientos, es insuficiente y no se ajusta al objetivo de un cambio en profundidad.
La izquierda, a diferencia de lo que ha hecho CiU, tiene que diseñar un modelo específico de desarrollo social y ecológico, con todos los instrumentos que permite el autogobierno. Una nueva política debe tener cuatro elementos esenciales: hacer del Gobierno un instrumento útil para resolver los problemas sociales cotidianos de las personas, como la falta de servicios para niños y ancianos, la atención a la inmigración o la precariedad laboral; una política que ponga las bases para un desarrollo ecológicamente sostenible; grandes acuerdos nacionales de todas las fuerzas políticas y sociales en las cuestiones que afecten a los derechos nacionales de Cataluña, y la reforma de la política para que el juego democrático sea más ético, transparente y participativo. Ésta es nuestra receta.
Joan Saura es presidente de IC-V.
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