_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Con el otoño, llegó el metro

Hace unos días nos dimos una vuelta por las nuevas estaciones del metro inauguradas por la Mercè: Mundet, Valldaura y Canyelles. Era un anhelo repetidamente expresado por los habitantes de estos barrios, siempre nada o mal conectados con el centro. Pasaron los Juegos Olímpicos, se construyó la Ronda de Dalt, pero no llegó el metro prometido. Más de uno, durante la inauguración del día 21 de septiembre pasado, no se lo debía de creer. De hecho, a juzgar por las caras de la gente que sale de estas nuevas bocas de metro, más de uno aún no se lo cree.

Uno de estos días de octubre nos apostamos un ratito en las tres nuevas bocas de metro y nos pusimos a observar la cara de los usuarios al entrar (no al salir, matiz importante). Ustedes dirán: tonterías, todos estarían contentos, es la novedad. Y tendrían razón. A toda esa gente de Canyelles y de la zona de Horta del paseo de Valldaura, así como a los trabajadores, estudiantes y profesores de la zona de los antiguos Hogares Mundet, ir a trabajar o a estudiar les resultará mucho más llevadero. Pero tengo para mí que por esas zonas va a tardar más a pasar la novedad. Por eso, aparte de contenta, a mucha gente se la veía satisfecha. Muchos se acordarían de la situación anterior, cuando desplazarse al centro era un vía crucis.

Mundet, Valldaura, Canyelles: nuevas estaciones de metro para la ciudad. Caras de satisfacción...

Son barrios donde los primeros autobuses empezaron a llegar a finales de la década de 1950, los taxis se negaban a ir más allá de Sant Andreu o el servicio de correos funcionaba gracias a un bar que hacía las veces de central repartidora. Barrios de nuevo asiento donde el aislamiento causaba situaciones dramáticas: partos, accidentes e incidentes varios. Son muchos años esperando y reclamando, pero más vale tarde que nunca. De las tres estaciones, la de Mundet, por ejemplo, pone como contrapeso a su entorno vagamente hostil (encajonada por la Ronda de Dalt) la dulcificación de la media de edad de sus usuarios, mucho más baja gracias a la Universidad y a la escuela de formación de maestros, y al hecho de que muchos de ellos se dirigen a destinos no necesariamente repugnantes (compárese con sus vecinas estaciones de Vall d'Hebron y Montbau, usadas por la mayoría de la gente que buenamente se acerca a la Residencia a visitar a los enfermos), como el Velódromo de Horta o el parque del Laberinto. Dicha estación ofrece una colección de retratos de personas apellidadas Mundet. Tiene gracia, pero los pasajeros están más atentos a las cuatro grandes pantallas de televisión que ofrecen canal Metro.

Las estaciones de Valldaura y Canyelles son otra cosa, claro. Muchos barceloneses descubrieron estos dos nombres gracias a los carteles de la nueva Ronda de Dalt. Un mundo nuevo yendo al o viniendo del nudo de la Trinitat. La estación de Valldaura, recogida y tranquila, ha empezado con mal pie: los miles de pequeños mapas editados, incluso los típicos que están en los vestíbulos de las estaciones o en el exterior, contienen un error de bulto. Sitúan la estación en la plaza de Karl Marx, cuando en realidad está en la esquina de la calle de Canigó con el paseo de Valldaura. En fin, pelillos a la mar, que ésta no es tierra que ame particularmente la cartografía urbana y la gente de esa zona de Horta está más contenta que unas castañuelas.

Lo que sí estaba en la plaza de Marx es la falsa estación que levantaron los vecinos en 1992 para protestar por el metro que no llegaba. Con tochos grises y un palo y una banderola metálicos con un rombo pintado a imitación de los del metro, aguantó tan tranquila hasta que los mismos vecinos, por propia iniciativa, la derribaron simbólicamente el pasado día 6 de octubre. El tiempo pasa rápido pero no tanto como para olvidar esas formas de protesta, épocas en que se construían estaciones de mentirijillas o incluso se secuestraban autobuses.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La nueva estación de Canyelles se encuentra apenas a cien metros de donde se levantaba la falsa. En ella todo es movimiento y actividad. El día que la visitamos aún se trabajaba a destajo. Se acababan las aceras, se instalaba un reloj en la parte superior del ascensor para minusválidos, incluso vimos un par de obreros inyectando silicona y asegurando barandillas. Todo ello, convenientemente comentado por los jubilados que, apoyados en la baranda exterior, no se perdían detalle. El acceso principal se llama García Lorca. El barrio se acabó de construir en 1976, con lo cual se aprovechó para reparar injusticias en el nomenclátor de nuestra ciudad: Víctor Jara, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Ignasi Agustí, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Carles Soldevila son los nombres de sus principales calles.

Cuando visitamos la parada de Canyelles, al lado, en el parque de Serra Martí, había fiesta mayor: paraditas, caballitos, puestos de fritura y de venta de aceitunas. Lo viejo y lo nuevo. Era una tarde cualquiera y los niños, según descendían de los caballitos, se ponían a subir y a bajar por las escaleras mecánicas nuevas. Como si fueran otra atracción. Y gratis. Le pregunté a uno de los viejos que observaban la colocación del gran reloj sobre el ascensor del metro y me dijo: 'La espera ha valido la pena'.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_