Redes, hogar de urogallos y rebecos
Un parque asturiano recién declarado reserva de la biosfera
En el parque natural de Redes huele a almizcle: un aroma fuerte y montuno nacido de una glándula de los rebecos con el que estos rumiantes del tamaño de una cabra marcan el territorio. Situado en el centro de la montaña asturiana, el parque natural se extiende por los concejos de Caso y Sobrescobio. Un dominio que este animal comparte con el urogallo, ave actualmente en peligro de extinción que pervive en un entorno salvaje conocido como Brañagallones. Se trata de una vega nacida sobre lo que fue un gran lago de origen glaciar, seña de identidad del parque, un gran palacio por donde corretean los súbditos: martas, lobos, zorros, gatos monteses, venados, jabalíes, corzos y algún que otro oso pardo. Su nombre es compuesto: braña, por los pastos de verano y las aldeas de cabañas de piedra donde habitaban los vaqueiros, ganaderos obligados por sus quehaceres a vivir aislados de la sociedad, y gallones, por la denominación asturiana de los urogallos.
Hace cien años, sólo los animales y los pastores conocían el secreto de Brañagallones. Los guardas del ganado estaban meses fuera de casa, en cabañas de piedra dispersas por los montes. En 1943, la zona se declaró coto nacional de caza y el camino hacia la vega se transformó en una pista por la que subían y bajaban hombres cargados con escopetas. En 1996 llegó la declaración de parque natural y el pasado 20 de septiembre, la Unesco lo designó reserva de la biosfera. Montañeros al principio y excursionistas un poco más tarde invadieron la zona. La pista se hizo poco a poco más ancha y por donde antes pasaban sólo los caballos llegaron a circular enormes todoterrenos. El peligro de un grave deterioro obligó a tomar medidas para salvaguardar Brañagallones. Hoy, sólo los propietarios de cabañas y los guardas del parque pueden entrar a bordo de un vehículo. Los demás tienen que caminar los 10 kilómetros que separan la gran pradera de Bezanes, el pueblo más cercano. Se trata de una senda fácil y accesible, que discurre entre bosques de castaños y acebos.
A una hora de camino surge uno de los miradores más bellos del parque: el Texu de la Oración, desde donde en tiempos los pastores se despedían de sus difuntos. A las dos horas de camino mana una fuente donde reponer fuerzas con agua fresca para la hora y media que queda hasta conquistar el destino.
La planicie de Brañagallones presume de ser la posesión más preciada de Redes, pero no la única. La abrupta orografía del terreno frenó al hombre y favoreció la proliferación de especies vegetales que han llegado intactas hasta nuestros días, entre ellas bosques de hayas y de robles. Una exuberante vegetación que esconde también pueblos de sabor añejo. Por ejemplo, Orlé, un laberinto rural de casas de piedra gris y teja roja; Prieres, una aldea perdida en plena montaña, y Soto de Caso, donde se conservan hórreos únicos en todo el Principado.
Puya'l Ramu
La orografía y el tiempo se aliaron también para conservar intactas algunas costumbres. En todos los pueblos se puede asistir, durante la época de las fiestas, a un espectáculo antes común y hoy casi olvidado. Se trata de la Puya'l Ramu, una subasta popular de bollos preñaos (panes rellenos de chorizo) elaborados con pan de escanda y dulces colocados en forma de pirámide o ramo sobre una estructura de madera. El ramo bendecido sale en procesión por el pueblo junto a la imagen del santo patrón. Al final del recorrido tiene lugar la puja, mientras los lugareños, vestidos con sus mejores ropas, beben sidra, danzan al son de la gaita y homenajean a su patrón.
Otra tradición que ha ganado la batalla al tiempo es el arte de hacer madreñas (zuecos de madera de una sola pieza para caminar por el barro aislados de la humedad). En Pendones, Luis, un artesano madreñero, tiene su taller abierto al público junto al antiguo lavadero. Es una visita a tener en cuenta mientras terminan las obras de rehabilitación del museo de la madreña, en el antiguo palacio de Beneros.
En el terreno gastronómico, de la leche de las vacas casinas, animales de color marrón rojizo y naturaleza robusta que pastan en los montes de Redes, se elabora el quesu Casín, pastoso y de sabor fuerte, a veces picante y difícil de encontrar lejos de estos montes. Su receta ha pasado de padres a hijos acompañada de otras herencias del fogón, como los suspiros del Nalón -pastas suaves de huevo y mantequilla- o la miel.
En las mismas entrañas de Redes nace el río Nalón, en Fuente la Nalona, al pie del puerto de Tarna. En su fluir montaña abajo da forma a desfiladeros y valles que pueden ponerse como ejemplo del mejor paisaje asturiano. No se extrañen si ven a una xana (hada de la mitología asturiana) lavándose sus cabellos de oro en las aguas del río.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar - Desde Oviedo, tomar la A-8 (autopista Oviedo-Gijón-Avilés) y desviarse por la AS-17 hasta Campo de Caso, donde se encuentra el centro de interpretación del parque natural de Redes. Se tarda una hora y cuarto, aproximadamente. - Desde León, tomar la N-621 hasta Boñar y continuar por la carretera LE-331 hasta incorporarse a la AS-17 a la altura del puerto de Tarna. Dormir - L'Aldea Perdida (985 92 73 83). Una de las pocas casa de turismo rural. En Prieres (Campo de Caso). Habitación doble, 7.490 pesetas. - La Casa de Compasso (630 34 81 38). En Tanes (Caso). Apartamentos para dos personas, 9.000 pesetas. - Soto de Agues (985 60 92 67). Único albergue de montaña del parque. 1.300 pesetas por persona en habitaciones de cuatro o seis camas. - Está pendiente la próxima apertura de un hotel rural en Brañagallones. Comer - L'Aldea Perdida (985 92 73 83). Se trata del restaurante de esta casa rural de Prieres. La especialidad es el cabrito con patatinos. Menú, 1.500 pesetas. - Restaurante del centro de interpretación del parque (985 60 81 10). Sirve platos típicos de la gastronomía casina. Menú, 1.000. Información - Centro de interpretación del parque natural de Redes (985 60 81 10). Campo de Caso. Tiene una exposición permanente sobre el parque natural, su hábitat y fauna, y tienda donde adquirir productos típicos.
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