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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran aventura culinaria en Cáceres

ATRIO, el perfeccionismo de José Antonio Polo y Toño Pérez

Hace 15 años, cuando José Antonio Polo y Toño Pérez inauguraron el restaurante Atrio, nadie se habría atrevido a vaticinar que en su nueva aventura iban a llegar tan lejos. Tres lustros después, a base de sensibilidad, voluntad de superación y dosis de inteligencia, Atrio -hay que proclamarlo a los cuatro vientos- merece figurar en un listado de los mejores restaurantes de Europa. Por la calidad de su cocina, de estructura moderna pero con toques de refinamiento clásicos; por el academicismo del servicio, impecable en sus movimientos; por la envergadura de su bodega, de rango enciclopédico; por la ambientación del comedor y por mil detalles complementarios se aproxima a la idea del restaurante perfecto.

ATRIO

Avenida de España, 30; bloque 4. Cáceres. Teléfono: 927 24 29 28. Cierra: domingos noche. Precio: entre 10.000 y 12.000 pesetas. Menú degustación, 8.500. Menú de la casa, 11.000. Manitas de cerdo ibérico con langostinos, 1.950. Rodaballo con veduritas y tomates secos, 3.300. Cordero merino al horno con mollejitas 3.300. Sopa de higo chumbo con helado de coco, 1.100 pesetas. Pan. 6 Café. 9 Bodega. 9 Ambiente. 8,5 Servicio. 8 Aseos. 8

Lo más curioso es que su cocina no entronca con una línea específica. Es mediterránea, de autor y creativa, pero nunca asume riesgos innecesarios; exalta los productos extremeños sin hacer bandera regionalista ni renunciar a materias primas de cualquier procedencia, e interpreta las corrientes técnicas y dietéticas contemporáneas sin incurrir en ese reiterado plagio que se aprecia en numerosos profesionales del gremio.

Con su fantástica puesta en escena, que incluye platos de porcelana de Cartier y piezas antiguas de coleccionista, se aproxima a la ampulosidad de los establecimientos que dirige Alain Ducasse, el cocinero más laureado del mundo.

Frente a tanto derroche de medios, sus especialidades se tarifan a precios comedidos. Irrisorios si se comparan con otros establecimientos europeos. El menú de la casa y el menú degustación son bien demostrativos. Cuatro minientrantes -crema de hongos con yema trufada, panceta con chipirones, ajoblanco con gambas de Huelva y milhojas de boquerón con crema de avellanas-, muy armoniosos, anticipan el refinamiento de lo que sigue. En la delicada crema de patata con espárragos trigueros y tropezones de oreja hay suavidad y contraste de texturas, y, aunque el foie-gras a la parrilla es sólo discreto, las manitas de cerdo ibérico con cigalas y patatas confitadas son deliciosas. Sigue después una magnífica lubina con hongos en la que, por tercera vez en el menú, aflora el aceite de trufas. Reiteración excesiva por mucho que nos encontremos en otoño. Espectacular el cordero merino al hinojo, sonrosado y tierno, y sorprendente la torta del Casar en dos temperaturas, caliente y fría. Ni los postres bajan la guardia -sopa de higos chumbos con helado de coco o crema y espuma de chocolate- ni tampoco las golosinas de sobremesa. Todo un alarde gastronómico.

LA BODEGA Y EL CAFÉ

EN ATRIO HAY dos detalles que demuestran su envergadura. El café, excelente y de tueste natural, procede de fincas escogidas de Colombia. Se elabora con agua mineral purísima en una máquina de tecnología punta que tan sólo extrae a la molienda sus esencias más nobles. Luego está la bodega, inabarcable aunque seleccionada con criterio, un alarde desmesurado capaz de hacer las delicias de todos los amantes del vino. Listado que se presenta en un libro perfectamente encuadernado y que, al primer golpe de vista, se intuye que sobrepasa las posibilidades de venta de cualquier restaurante, por grande que sea su categoría. Entre los vinos blancos de Europa y del llamado Nuevo Mundo hay verdaderas joyas. Vinos de Alemania (Rieslin Auslese 1993, Rüdesheim Schlossberg 1944), los mejores blancos de California, espectaculares chablis y puligny-montrachet de la Borgoña francesa, y grandes riesling de Alsacia, entre otros. La propuesta prosigue recorriendo distintas zonas del planeta, aparte de todas las españolas. En el capítulo de tintos, la jugada se repite. Argentina, Australia, Chile, Estados Unidos, Francia e Italia aportan marcas del máximo relieve. No falta ninguna zona vinícola española, aunque la palma en cuanto a variedad y categoría corresponde a Rioja y Ribera del Duero. Resulta deslumbrante el despliegue de añadas de Chateau Latour y Chateau Mouton Rothschild, Premier Gran Cru Classé, algunas en tamaño magnum. La relación de vinos dulces, de cavas y champañas milesimados es tan apabullante como todas las anteriores.

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